La verdad, estoy muy desengañada con el mundo editorial. Lo primero que hice al terminar mi novela fue meterme en internet, con toda la ilusión del mundo, e informarme de cómo tenía que ponerme en contacto con una editorial. Que no es tan fácil, esto sigue un proceso que ríete tú del ritual de apareamiento de la mosca de la fruta (eso es currarse un polvo, y no esa mierda que hace la gente ahora en las discotecas. La gente está “MU” loca).
En fin, primero tienes que enviar un mail de presentación explicando quién eres (la verdad, cuando eres escritor nobel, ¿qué importa si eres notario o si te dedicas a limpiar la junta de la trócola?), de qué va tu libro, a quién va dirigido… Y les pides permiso para enviarles el manuscrito. Esto es muy importante, se ve que la gente les envía manuscritos por mail, así, a saco paco. Como si fueran peladillas. Si haces eso, con la misma facilidad que tú haces “flups” y les envías tu ladrillo cibernético, ellos hacen “zasca” y lo archivan por la P de papelera.
Algunas editoriales también dan la posibilidad de enviar manuscritos a través de su página web, en esos casos no hace falta pedir permiso. Total, que envíe mails, entré en páginas, y envié mi novela a todo el mundo que quiso echarle un ojo. Esto fue en febrero, mes de bajas temperaturas, corto y oscuro en el que lo único bueno que pasa es mi cumpleaños y que el Corte Inglés se forra con ese timo de San Valentín.
Creo que soy una persona bastante paciente, de verdad. Comedida. Tranquila. Pausada. ¡Pero, joder, que estamos en diciembre ya, y NADIE me ha contestado! ¡Me hierve la sangre!
Después de tomarme un Valium envié un mail a una de estas editoriales que prometían dar respuesta en dos meses, ya fuera positiva o negativa y de forma amable y educada les hice saber que habían pasado, no dos, si no nueve meses, y que no me habían dicho nada. Hay vidas humanas que se gestan en menos tiempo. Respuesta: “Todavía no hemos tenido tiempo de leer tu libro, estamos saturados.” Acabáramos. Bueno, bajo los efectos del Valium me pareció una respuesta de lo más esperanzadora. No es que mi novela sea tan mala que no valga la pena ni gastar un poco más el teclado del ordenador para poner «no nos interesa». Lamentablemente los efectos de la sedación se pasan y con ellos se van la sonrisa estúpida y el hilo de baba que te cuelga de la comisura, y vuelve esa vena que te palpita en la sien y que amenaza con reventar. Vamos, que me he cansado de esperar.
Editoriales, última oportunidad para llamarme o pasará lo siguiente, por este orden: me autoedito, mi novela se convierte en un best-seller y me hago muchi-muchi-pero que muchimillonaria. Llegados a este punto, no me busquéis.
Daos por avisados.
Y si no me hago rica… Bueno, entonces podéis llamarme, ¿vale?
Muchimillonaria, me encantó!!!
Gracias, cielo!!! Aún no soy michimillonaria, pero he conseguido acumular decenas y decenas de céntimos. Estoy en ello!!!