Entre polvorones anda el juego

Madre mía, cómo tengo la nevera… Si abro la puerta se caen 300 calorías al suelo, está llena de comida para las fiestas. ¡Y lo más light que hay dentro es la mantequilla! No lo entiendo, ¿por qué tenemos que pasar estos días comiendo como cerdos para luego pasarnos tres meses tratando de perder el peso que hemos ganado? Sí, sí, bajo el lema “una vez al año, no hace daño”, estos días dejamos que se nos vaya la pinza y hacemos cosas que durante el resto del año ni se nos ocurriría. Yo, por ejemplo, en lugar de desayunar un vaso de leche me tomo un vaso de nata líquida. Porque es navidad, hombre… Luego llega la hora de la cena, y entre el pica-pica (yo con eso ya cenaría), la sopa de navidad con pelota, los canelones, las gambas a la plancha, el pavo al horno, salsas varias, pan, vino, postre y luego una bandeja rebosante de turrones, polvorones, neulas, bombones y frutos secos… Ah, eso sí, luego, en el café te pones sacarina, que hay que cuidarse.

Ahora entiendo esto de los digestivos. Te tomas un orujo de hierbas que eso es como sangre de alien, que se te cae al suelo y atraviesa tres pisos, para ver si disuelve un poco el bolaco de cemento armado que tienes en el estómago. Luego dicen que no mezcles bailys con tónica, que se hace una bola en el estómago y te mueres. El que dice eso es que no ha celebrado la navidad con mi familia. ¡Si eso no es nada, hombre!

Comemos como si nuestro metabolismo fueran las calderas del Titanic, cuando en realidad tenemos un organismo muy ahorrador. Sí, sí, después del tercer canapé tu cuerpo decide que ya tiene suficiente energía para que puedas hacer zapping durante toda la noche, el intestino se pasa la servilleta educadamente por las vellosidades y todo lo demás que te comes lo pone en tuppers, lo etiqueta y lo guarda ordenadamente en el culo (un depósito prácticamente ilimitado, capaz de expandirse hasta el infinito y más allá), en la tripa, en las piernas… Vamos, que te deja embalad@ y acolchad@ de arriba abajo, para que no te hagas daño cuando te caigas. Qué eficiente, el desgraciado.

Pero no te apures, en enero llegan las ofertas de gimnasios, para que te apuntes, te sientas mejor contigo mism@… y luego no vayas. Qué gran negocio, el gimnasio, estoy por abrir uno. Sin máquinas, ni sitio para hacer aerobic, ni nada. ¿Para qué, si no va a venir nadie? La gente me paga la mensualidad, siente que está purgando por sus pecados y yo… ¡a vivir!

En fin, no quería amargarte las fiestas antes de empezar. Yo he decidido que este año no voy a malgastar mi capacidad estomacal con tonterías que ensucian el estómago… Voy a ir directamente al turrón de chocolate con avellanas, que es lo que a mí me gusta, y si me engordo, al menos que sea por una buena causa (es que si encima me tengo que engordar por comerme mazapanes a disgusto, lo que me faltaba…).

¡Hala, a disfrutar, que la maratón empieza mañana!

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Esta entrada fue publicada en ¿Por qué a mí? Diario de una escritora y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

Una respuesta a Entre polvorones anda el juego

  1. Edu dijo:

    Completamente de acuerdo! No hay que comerse el coco. Felices fiestas Requenaaaa

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