Das experiment!!!

Metieron 12 monos en una jaula. Sí, 12, luego hicieron una película inspirada en este experimento, con Brad Pitt y Bruce Willis. El suelo de la jaula era metálico y las paredes, de cristal, para que los científicos pudieran mirar dentro (eran unos científicos voyeurs). En medio de la jaula había una escalerilla de cuerda colgada del techo y en lo alto, un plátano. Los monos no se dieron cuenta al principio de la presencia del plátano, se dedicaron a establecer turnos para ir al baño y a jugar al julepe. Entonces uno lo vio. “¡Hostia, un plátano de Canarias! ¡Con motitas, como a mí me gustan!” El mono se fue decidido hacia la escalerilla y comenzó a trepar por ella. En cuanto su mano de pulgar prensil tocó la fruta, muy apreciada por el paladar “monil”, una descarga sacudió el suelo de la jaula. Los monos saltaron y comenzaron a correr por la jaula gritando como locos “¡Me arde el trastévere horrores!”, pero pronto dejaron de correr y se miraron entre ellos con inteligencia, como en “El origen del planeta de los Simios” pero sin salir de la jaula, ni dominar el mundo, ni chorradas de esas. Se habían dado cuenta de que uno de los monos no gritaba, un mono solitario bajaba por la escalerilla tranquilamente comiéndose un plátano. “¿Qué pasa, nenes?”, preguntó el del plátano, que no tenía ni idea de lo que acababa de suceder. A uno le reventó una vena de la frente. Otro comenzó a guiñar un ojo incontroladamente. A otro le salió una almorrana. ¡Había sido él! Al coger el plátano, el suelo había soltado una descarga, como pasa siempre que coges un plátano. Sí, sí en la selva también pasa. ¡Será “desgraciao”! Los monos se abalanzaron sobre el pobre simio que había cogido el plátano al grito de “¡Banzai!” y le sacudieron una somanta de palos que lo dejaron guapo. Los científicos tomaron sus notas: “El chocolate con leche está más bueno que el chocolate negro.”

Después del incidente apareció sospechosamente otro plátano en lo alto de la escalerilla pero nadie quería ir a por él, bajo pena de hostias como panes. Entonces los científicos sacaron un mono al azar de la jaula y metieron otro nuevo. El nuevo iba de guays, dándoselas de Donkey Kong, o yo qué sé qué. Decía que era monegasco (los monos guays son de Monaco. Sí, Monaco, no de Mónaco. De Mónaco es el príncipe Alberto, y ya ves que no es nada mono). En cuanto vio el plátano fue a por él, pensando en lo tontos que eran los demás por no haberlo visto. Nada más poner un pie en la escalerilla los demás le saltaron encima como un grupo de abuelas saltaría sobre Bertín Osborne y le dieron una tunda que lo dejaron tieso. El pobre mono, medio muerto, se fue a un rincón a lamerse las heridas sin tener ni pajolera idea de lo que había hecho. Se olió el sobaco, por si era por el olor… No, olía a Le Chimpanceau, de Jan Pol Goltier…

Los científicos sacaron a otro de los monos antiguos de la jaula y metieron uno nuevo. Éste, nada más entrar pensó: “Anda, estos gilipollas no han visto ese plátano de Canarias que está diciendo cómeme. ¡Con motitas!” El mono puso un pie en la escalerilla y… el resto es historia. Los demás le saltaron encima al grito de “¡Joputa!” y le sacudieron hasta en el carnet de identidad. El que había recibido la paliza hacía un rato, que no tenía ni idea de por qué un triste plátano levantaba tantas pasiones, ése era el que metía más fuerte. “¡No sé por qué te sacudo, pero no te va a conocer ni la madre que te parió, punkimelo!”, gritaba.

Los científicos se dieron cuenta de que uno de los monos se ponía palote repartiendo leches y lo sacaron el siguiente, podía distorsionar los resultados del experimento. Con ése hicieron otro experimento que llamaron “50 sombras de Chita”, pero eso es otra historia… Metieron otro mono nuevo en su lugar y se repitió la historia.

Uno a uno fueron cambiando a todos los monos que se había electrocutado por otros que no sabían de qué iba la cosa hasta que tuvieron una jaula con 12 monos que molían a palos al que trataba de coger el plátano sin saber por qué. Un científico gritó “¡Eureka!” Había metido un gol jugando al sub-búteo. Luego se pasó ambas manos por el pelo y miró a sus colegas. “¿Se dan cuenta de lo que ha pasado, caballeros?”, preguntó. Los demás, que estaban mirando “Walking dead” en ese momento, se giraron confusos. “Pues no, ¿no ves que estamos ocupados, anormal?”. “Tenemos un grupo de individuos que realizan un ritual gilipollesco sin tener ni idea de por qué.”, siguió el otro, impertérrito como una roca ante una caca de paloma. “Este fenómeno tiene un nombre: TRADICIÓN.”

¿Que por qué te cuento esto? Porque esto explica por qué me dan miedo los macarrones gratinados… O no, ahora que lo pienso… Quinientas cucas gastadas en psicólogos para nada.

He colgado un nuevo microrrelato, “Epifanía”, puedes verlo pinchando aquí y disfrutar leyéndolo durante horas y horas, y horas… ¡Bueno, es menos de un cuarto de página, a ver si aligeramos! Espero que te guste, a mí me hizo mucha gracia.

Por cierto, «Das experiment» es una película alemana MU buena, te la recomiendo.

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