¿No te preocupa el cambio climático? Y no me refiero a cuando guardas la ropa de invierno y sacas la de verano, dejando la habitación como si el armario hubiera estornudado sobre la cama (y sueles preguntarte cómo tuviste valor el año pasado para ponerte esa camiseta tan… impresionista). Yo recuerdo cuando era pequeña y en verano hacía calor, y en invierno, frío (qué mayor soy…). En otoño las calles estaban tapizadas de hojas secas de los plátanos y me encantaba pisarlas cuando se amontonaban en montañas crujientes cómo el beicon muy hecho (dejé de hacerlo desde que salté con los pies juntos sobre una montaña de hojas secas que ocultaba una montaña de caca de perro. Inenarrable. Ahora hago beicon muy hecho en casa, lo tiro al suelo y lo piso, es más de fiar) y en primavera había flores en los parques. Ahora… No sé, estamos en enero y frío, lo que se dice frío, no hace, y mira que yo soy friolera (llevo bufanda desde septiembre. Bufanda, guantes, gorrito y cuello alto). Tendría que deambular por las calles hecha una bola de ropa temblorosa (como un flan de gelatina rebozado de jerséis del Zara, para que te hagas una idea) y, en cambio, anteayer sin ir más lejos salí de casa sin chaqueta… ¿A quiñen quiero engañar? Pasé un frío del carajo, no sé quién me mandaba hacer eso, pero al final tampoco fue para tanto. Y hay flores, ¿pero esto qué es? ¡¿Pero esto qué es?! No tendría que haber floripondios en enero, es la aberración más inmunda que he visto en toda mi vida después de las fotos de famosas sin maquillar, ¡puaj! Se me antoja que son flores mutantes que en cualquier momento abren una boca llena de piños y nos ponen de piscolabis con un pincho de tortilla y unas olivillas. Ya no hacen inviernos como los de antes, que tenías que emigrar a los trópicos con los mamuts… (suspiro)
¿Y los veranos? Son insoportables, la canción del verano cada año es más mala y hace que la sensación de bochorno aumente en 10 grados. Con este calor fritangoso no me extraña que el planeta se venga abajo, se derritan los polos (el frigodedo se convierte en un frigopuño en cuanto lo sacas del envoltorio, un desastre sin precedentes) y los esquimales se hagan los iglús de pavés (el pavés son esos ladrillos de cristal transparente que la gente fashion se pone en la ducha y luego se les ve todo el Pin y Pon cuando se están duchando). El Muro ha llorado tanto que ha agotado las existencias de cleenex, ahora le llaman el Murillo (broma para juegodetronadores, no apta para juegodesupinadores). Yo no dejo de pensar que si sube el nivel del mar, ni que sea un par de metros, Barcelona va a ser expropiada por el padre de la Sirenita. Qué mala idea tener un piso en esta ciudad, ¿no? Bueno, ya está hecho, yo por si acaso lo estoy acondicionando con ojos de buey en lugar de ventanas, un periscopio en la cocina (de momento sólo sirve para ver al vecino de arriba haciéndose unos huevos fritos mientras se rasca el culo), e incluso he puesto un baúl de pecera, de esos que se abren y se cierran enseñando el tesoro, en medio del comedor. Queda muy kitsch.
Supongo que antes de dejar que la ciudad se inunde pondrán unos muros de contención a lo holandés tulipanoide, aunque a mí eso me da muy mal rollo. En las pelis siempre acaba mal. Me hacen gracia esas pelis de desastres, terminan con millones de muertos esturreados en las calles pero como los protas sobreviven y se enamoran (es evidente que los desastres naturales funcionan mejor que Meetic para ligar, toma nota) parece que aquí no ha pasado nada. Qué bonito el beso sobre la montaña de cadáveres… ¡Cómo te dejas distraer de lo importante! Los políticos hacen lo mismo, te porculean y luego te ponen una foto de un perrito y un gatito durmiendo juntos, y tú: ¡ay, qué monada…! Luego te preguntas por qué te arde el expendedor de chocolatinas…
Al otro lado de las llamas 