Ayer estuve manteniendo una agradable conversación llena de insultos y reproches con una amiga que resulta que es una fanática de la comida ecológica. No me deja comer ni unos filipinos, la tía. Que si esto tiene grasas hidrogenadas, que si aquello es transgénico, que lo otro lleva conservantes, colorantes y niquelantes, esto es una bomba de colesterol (¿qué hace, explota y te pringa de salsa rosa?), aquello está demasiado bueno para ser bueno… Se metió hasta con la pechuga de pollo (¡blasfema!), dijo que los pollos vienen hormonados. Y yo que creía que venían de París, mira por dónde.
A ver, si te pones en ese plan al final no vas a comer nada. ¿Crees que ALGO de lo que compras en el súper es NATURAL (aparte de los yogures naturales, claro, ya lo dice en la tapa)? Nada, pero nada de nada. La fruta y la verdura es producto de manipulaciones genéticas (no necesariamente transgénicas), ¿o tú te crees que las fresas de la jungla son así grandes? Si parece que las hayan estado insultando hasta que se les han hinchado los cataplines… Las fresas, FRESAS, sólo tienen 5 hojitas verdes y son de tamaño pitiminúsculo , ahí queda eso. Coge una macro-fresa carnavalera de ésas que sueles hacerte con nata guarra y cuenta cuántas hojitas tiene (probablemente 15). ¿Qué, quitamos las fresas de la dieta? Las sandías, igual. Las espinacas vienen cargaditas de nitritos (¡nunca las recalientes, alma de cántaro! Podrían implotar y generar un agujero negro que absorbería todos los puntos negros de tu nariz, si los hubiere). A las manzanas les echan cera y las pulen expertos en kárate para que brillen. ¿Desde cuándo los tomates maduros están duros como piedras? Tuvieron que suspender la última fiesta de la tomatina porque aquello era como un apedreamiento grupal. Bueno, podría seguir hasta el infinito y más allá con el mundo vegetal…
Y luego está la carne, esa carne buena que pones en la sartén y se queda en la mitad porque de repente se pone a sudar como si estuviera en una clase de spinning. La mitad es agua. Inspirada por este hecho, yo he intentado meterme en la sartén para reducir un poco las cartucheras pero sólo he conseguido clavarme los bordes metálicos en el culo. ¿Eso es normal (me refiero a lo de la carne, lo de sentarme en la sartén ya sé que no, me lo confirmó el psiquiatra)? Ya no sé si he comprado carne de ternera o de medusa…
Al final hay que tomar una decisión: O me voy a un lugar recóndito lejos de la contaminación (venden unas parcelitas en la Luna que lo petan, con vistas al mar de la Tranquilidad. Más cerca, el aire comienza a tener síndrome de Diógenes, acumula cacas varias) y me monto mi huerto y mi granja, todo natural y todo medio muerto (mis experiencias con las plantas de mi balcón son de campo de exterminio) o paso de todo y me como lo que me echen. Total, lo que no mata, engorda.
¿Qué has decidido tú? A juzgar por los restos de donut que tienes por la cara, creo que me hago una idea.
Lo siento por tu amiga, pero no sabe donde vive, o no quiere saberlo. Quizás lo más comodo sea mirar para otro lado, pero en temas de alimentación hay lo que hay.
Me parece genial cuidarse dentro de lo que se pueda, pero tomarse este tema alimenticio a la tremenda, te hace más infeliz, y es un monstruo con el que se puede luchar, pero no vencer.
Saludos Ojito Emilio.
¡Hombre, al final te has decidido a hacerme una visita a mi ciberchoza!
Creo que tienes razón, es mejor no pensar en el tema o no comeríamos nada. Habrá que consolarse con eso de que «lo que no mata, engorda».
¡Un abrazo, ojito derecho!
Yo no creo ni en el «no comer nada que no venga del huerto de mi abuela» ni en el «toooo paaaa dentro auuurg». Creo más en una compra alimenticia que esté entre lo saludable para mi cuerpo y saludable para mi economía.
Los huevos (de gallina), ¡gran ejemplo! Si no son 1E o 2E, paso de comprarlos. O el embutido, que si veo que nada en un plástico lleno de lo que parece un líquido amniótico de color similar al orín, pues como que no. Y la fruta no la compro en el super, por suerte cerca de casa hay tiendas de las de toda la vida, donde están las manzanas sin maquillar, porque ellas saben que en la naturalidad está la clave de la belleza, y llevan sus moratones y deformidades de forma muy digna.
Pero tampoco pienso ir a una tienda ecológica a pagar 50 leros por 10 gramicos de rúcula de cultivo ecológico. Empiezo a pensar que el término ecológico, en alimentación, no significa «natural y libre de porquerías» sino más bien «seguimos la lógica de la economía», es decir, menos cantidad, más demanda, más te sableo.
Estoy por cultivar la rúcula yo mismo en mi balconcito y sacarme una pasta bajo la etiqueta «cultivo ecológico». Eso como los hippies de ahora, piensas que son unos tiraos hasta que ves que su ropa la venden a 30 leros en el Natura, y 50 en la tienda megaguay y superalternativa y antisistema o sea o sea. Puestos también podría vender algunas de mis camisetas viejas y agujereadas por el módico precio de 50 leros. Seguro que algún perroflautavisagold me la compra.
Pero eso es ya otra historia…
¡Hola, Marc!
Te veo muy puesto en el tema, yo no tengo ni idea de lo que es un huevo 1E o 2E (con 1 ectoplasma o con 2??). La verdad, me has hecho abrir la nevera y tirar la mitad de las cosas. Qué depresión, si lo sé dedico mi post a la vida de los pulgones, que son explotados amargamente por las hormigas. Un tema mucho más agradable, dónde vas a parar.
Por cierto, eso de que las manzanas en tu barrio están llenas de moretones me preocupa. No sería el primer caso de frutas maltratadas.
¡Besote, guapo!