Si no has mirado a una rata a los ojos, le has dicho “o tú o yo” y has saltado sobre ella como una pantera sobre unos escalopines de cebra en su piel, no has vivido. Te lo digo como lo siento (y lo siento mucho). Todos hemos vivido alguna vez alguna situación límite, y no me refiero a cuando te hacen pasar por 3 colas en las oficinas de tráfico para decirte que te quitan el carnet de conducir por hacer el cambio de aceite en la autopista a 200 Km/hora. ¡Eh, pero era aceite de oliva virgen extra!
Me refiero a esos momentos de la vida en que pensabas que ibas a morir o peor, que llevabas la bragueta bajada. Al final son esas anécdotas las que se recuerdan, las que te hacen sonreír y torturar a tus nietos durante horas y horas hasta que consiguen dejar unos cojines con gafas en su lugar y escaparse por el desagüe (cómo se aprovechan de que tienes cataratas…).
Ah, que tú no vas a tener nietos… Yo no estaría tan segura, últimamente abundan los óvulos y espermatozoides que se fugan de sus celdas de aislamiento y se encuentran furtivamente en oscuros bares de singles para reproducirse. Que el cuerpo es muy sabio (y está muy necesitado) y tus genes no se van a dejar aniquilar así como así, ¿qué te crees?
Bueno, a lo que iba, hay mucha gente que se esfuerza en controlar hasta el más mínimo detalle para que no le pase nada que se salga de su rutina. Qué vida más aburrida, ¿no? ¿Y al final, cuál es el gran recuerdo del piojo este? Aquella vez que fue a pagar el pan y descubrió que no llevaban cambio. Te lo cuenta con los ojos brillantes, recordando la adrenalina golpeando sus sienes (en realidad la adrenalina golpeaba sus sienes en morse, lanzando un mensaje de socorro para que alguien la ayudara a escapar y largarse a hacer puenting). Tú le preguntas qué hizo mientras disimulas un bostezo metiéndote la tostadora en la boca (esto, ni la Lomana). Qué encanto, qué saber hacer… ¡Qué lengua churruscada!). Igual se metió la barra de pan en el pantalón, igual salió corriendo con el pan entre los dientes, igual se hizo allí mismo un bocadillo de tortilla, con un par de huevos, mirando desafiante a la panadera…
Pero no, el tío devolvió la barra, murmuró una disculpa y se marchó con la cabeza gacha. Hasta el pan escupió al suelo con desprecio. O la vez que se tiñó el pelo y le quedó un tono más claro del que quería. Que me disloco de la emoción… O cuando se puso las bragas de una diputada en la cara y fingió ser un luchador mejicano de pressing catch…
…
…
¿¿¿Perdón???
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