Editar en papel de wáter

Me emociona que te acuerdes de mi novela y me preguntes qué tal me va (¿tú sabes lo que es la ironía?). Estoy muy contenta con “Al otro lado de las llamas” porque las críticas son muy buenas. Sí, he visto que las amenazas surten más efecto que los sobornos, y me sale más barato. Suelo enviar un mensaje anónimo a mis lectores y les digo “O haces una buena crítica de mi novela o recibirás la visita del fantasma de las navidades crisigodas” Ellos nunca saben que soy yo, claro (firmo “V”, podría ser cualquiera), pero al poco me dejan valoraciones de 5 estrellas en Amazon (algunos. A los que no me habéis dejado valoración os estoy preparando una sorpresita despeluchada…). Paralelamente, la maquinaria burrocrática para editar en papel va avanzando lenta, pero lenta requeteleeeeentamente. Mientras esperaba se me ha ocurrido editar en papel de wáter, ahora está muy de moda (no voy a decirte cómo se me ocurrió la idea). Mucha gente lee en el baño, ¿qué mejor que leer el papel de wáter? Y cuando termina de dar a luz a su cagoño (retoño de mierda. A veces la gente se los queda y los cría, y terminan siendo directivos en alguna empresa) arranca el trozo que ha leído y se limpia con él. Conceptualmente es ofensivo para el autor pero si no tienes remilgos hay que reconocer que es práctico. Eso sí, cada rollo sólo admite un lector (y si trata de releerlo le va a parecer una mierda…). Lo malo es cuando a alguien le coge un apretón y se limpia con el final del capítulo que te estás leyendo, luego queda ilegible, pero ya se me ocurrirá algo (¿tal vez plastificarlo?). ¿A que es una idea capulla donde las haya? Pues deja de reírte, que estos son los proyectos que te hacen muchimillonario. Ya te reirás cuando me veas pasar montada en mi elefante de Swarowski… Sí, ya sé que nunca has visto uno porque sólo podré comprarlo YO. Y come cacahuetes de mármol cincelados por Miguel Ángel. Miguel Ángel Castaño Gutiérrez, para más señas.

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