Qué gracioso es el material escolar de los críos… Y qué caro. Le he probado la bata de la guardería a mi niña y parece un preso de Guantánamo de fresa. Tan mona, ella, tan graciosa, tan “delincuenta”…
Ay, cómo pasan los años, yo todavía recuerdo cuando era YO la que llevaba bata, una bata horrenda, blanca con rayas verticales de color azul marino. Parecía el disfraz de efecto Doppler de Sheldon Cooper en “Big Bang Theory” (¡¡gran serie!!), sólo estaba deseando quitármela, pegarle fuego y saltar sobre ella montada en mi escoba.
Y es que si no has odiado a muerte tu bata del cole no has tenido infancia. Y la bolsa de tela de la merienda, que tenía “Mi merienda” bordado primorosamente, como si el intenso olor a chorizo y el manchurrón de aceite no delataran su contenido. Y aquellos punzones para agujerear papel y ojos con la misma facilidad (y luego un tomate, que era un punzón Ginsu)…
Me encantaría volver a ser peque, que mi máxima preocupación sea a qué voy a jugar luego, de qué es el bocata de la merienda, por qué yo tengo una muñeca barriguitas mientras mi amiguita tiene una Barbie Trenzador Mágico (esto de las muñecas no será premonitorio, ¿verdad? Porque le meto la barriguitas a alguien por el caca).
En fin, esa época pasó para no volver (o sí, si me hago budista. Ay, qué fácil es ser inmortal… Aprende, Christopher Lambert) y ahora me toca ser una ejecutiva agresiva que se lleva la merienda en la maleta de cuero. Y sí, tiene un trabajadísimo grabado en ambas caras que pone “mi merienda”.
Al otro lado de las llamas 
¿Trabajadísimo grabado en ambas caras que pone “mi merienda”.? ¿No tiene manchas delatoras?
Hombre, para que una mancha de aceite traspase un maletín de cuero, o le has echado dos litros de aceite al pan o el maletín es de los chinos.
No es ninguno de los dos casos, el grabado se mantiene dignamente.