Hoy voy a hablarte de un problema que YO NO TENGO: el acné. Los granacos. La paella. El holocausto social.
Ríete, ríete, como si no recordaras cómo te dejabas el pelo largo para tapar los granotes de la frente. Sí, tú, tú… (¡yo, jamás! Bueno, ahora ya no, ¿vale?) Si tenías una cita (o cualquier convención social del tipo ir a tirar huevos al patio del vecino con los colegas), siempre había un grano que no quería faltar y afloraba cual gladiolo en el centro geométrico de tu jeto (no fuera a perdérselo, pobretico).
Ay, qué tiempos aquellos, en los que una porción de paella en la cara te arruinaba la vida y hacía que te llamaran Caracráter hasta los 40 tacos. ¿No lo echas de menos? La cara rebozada de Clearagrano (científicamente probado: NO FUNCIONA), brillante de crema y grasa, estucada, salpicada de puntitos rojos y blancos (verdes para los muy machos)… Suspiro.
Pero no todo era malo. A mí algunos granos con cabeza me aconsejaron muy bien en determinados momentos (sí, tenían más cabeza que yo). También me ayudaron a disfrazarte de Ferrero Rocher en carnaval. Ay, benditos granos, ¿dónde están ahora cuándo los necesitas? ¡No te preocupes, siempre sale alguno para hacerte compañía! Preferiblemente cuando vas a salir de fiesta o tienes una entrevista de trabajo.
Pero no te preocupes. Si necesitas un grano y no acude ninguno en tu ayuda, llama al hada de los granos, que va granujeando las caras de la gente desde 1857 (es un negocio familiar). Encantadora. Nada, tú la llamas y esta buena señora aparece con una jeringa, lista para inyectarte esas bolitas de pus bajo la piel. ¡¡En las fiestas más fashion es un MUST junto a las cejas sin depilar!!