¿Sabes esos momentos de tu vida en los que tomas una decisión y eso marca todo tu futuro? Yo miro atrás y veo varias decisiones, que en su momento me parecieron bastante chorras, y que me llevaron a conocer a una persona y no a otra, a comer nutela y no nocilla, a tener una oreja más o menos…
Ay, si hubiera compartido mis sugus con aquel niño feo y sucio de la guardería… Ahora estaría casada con un hombre multimillorrico. Ay, si hubiera escogido otra carrera… Nadie me habría dicho nunca “¿¿Biologa?? ¡¡Como Ana Obregón!!”. ¿Qué debe sentirse cuando nadie te compara con Ana Obregón? ¿Por qué no estudió ELLA otra cosa? Ay…
En fin, mejor no pensar mucho en lo que pudo ser y no fue. A lo hecho, pecho (hay gente por ahí hace tantas cosas que le salen pechos de silicona). Lo malo es cuando te das cuenta de que estás ante una de esas decisiones, y te preguntas “¿doy un giro radical a mi vida y cambio de supermercado?” “¿Salgo de casa y en lugar de ir hacia el lado de siempre me voy hacia el otro, dando una vuelta inútil y capulla?”
Vamos, que piensas, piensas y requetepiensas, pero como no puedes ver el futuro por un agujerito, pues no sirve de nada. Que no, que no, que te montas unas ecuaciones de 5 incógnitas para dar con la respuesta correcta y luego sales de casa sin ponerte los zapatos, metiendo la pata irremediablemente en una caca calentona.
Aunque, para ponerte unos zapatos de leopardo de color rosa, casi mejor salir sin ellos…
(si el año que viene los zapatos leopardosos de color rosa me voy a tener que tragar mis palabras… Y cuidarme mucho la vista)