Ups, he dejado demasiado tiempo el café en el calcetín, y ahora las suaves notas de emmental (sí, sí, la idea es mía. Chúpate esa, M’estresso) se han convertido en una raclette de queso con cafeína. A mi hámster le va a encantar. Será mejor que deje mis experimentos cafeteros y pase al tema que nos ocupa.
Sí, es evidente que todavía te quedan restos de la resaca, has entrado en el año nuevo como un elefante en una cacharrería y has empezado a pedir deseos como si tuvieras un hueso de pollo en forma de Y (un pollo deforme, sin duda, aunque me asustaría más un hueso de aceituna en forma de Y). ¿Qué te crees, que puedes pedirle cosas a un año, como que te traiga un palillo, o algo así? ¿Que te haga una lavadora? ¡Si ni siquiera sabe separar la ropa blanca de la de color!
No, alma santa, no malgastes tu saliva pidiendo deseos a 2014, no vas a tener más éxito que si se los pidieras a un pistacho. Haz algo más útil, como yo, por ejemplo, que dejo a la añada tranquila y en cambio he preparado una lista de tareas pendientes para mis esclavillos. Esclavillos, si me estáis leyendo no os asustéis. Solo quiero hacer cosas sencillas, como pintar el techo del comedor. He pensado en algo clásico, como una reproducción de la Capilla Sixtina pintada con témperas (la niña se ha cansado de pintar y se van a echar a perder, comprendedme).
Si después de mis advertencias todavía sigues ahí, poniéndole velitas al calendario (y no olvides la ramita de perejil), te diré que en 2013 pedí convertirme en supermodelo, hacerme multimillonaria y que la ropa blanca se conservara blanca lavado tras lavado. Y mírame, la oferta que me hicieron por posar para Vogue era un insulto, sigo siendo multipobre y… ¡Lo de separar la ropa blanca de la de color no lo dije porque sí!
Feliz e impotente año nuevo!!!!