Voy a contratar a unas plañideras para que lloren amargamente por la ampolla que me ha salido en el pulgar. Ha sido de pintar la pared con rodillo, ¡¡borra esa sonrisa lobuna de tu cara!! Me duele todo, tengo agujetas, la mano me arde y… todavía me falta la mitad. Ahora mismo, tras una puerta cerrada de mi casa, una habitación a medio pintar acecha. Casi puedo oírla respirar desde el comedor mientras desayuno.
Tengo una deuda pendiente con ella y no va a perdonármela… (suspiro mientras muerdo una galleta) Además, mi pareja no me ayuda porque, según él, ya se lo digo yo siempre: que no pinta nada en esta casa. Todo sucias mentiras para ver la programación matinal de los domingos en la tele, que es calité, calité (calidad con té).
No pasa nada, ahora me armo de valor, entro en esa fría habitación (lleva toda la noche con la ventana abierta, aireándose, congelándose, llenándose de murciélagos), donde hay eco… Y no es que sea grande, ¿eh? Cuando un espacio está vació hay eco siempre. Yo lo he comprobado con una caja de zapatos… Cuando hice la prueba iba un poco perjudicada, sí. ¿Cómo lo has sabido?
Ya me he comido una caja entera de galletas, retrasando el momento de enfrentarme con mi destino. Si esto fuera una novela yo entraría ahí con decisión, brocha en ristre, y diría alguna frase llena de carisma que haría temblar las paredes de acojone. Mmm… Tal vez lo haga. Algo así como: “He venido a terminar lo que ayer dejé a medias… ¡A cagarme en vuestras muelas!”
O “Me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, estoy de ti hasta la p…” No, esto no era así…
Por eseotivo en casa pinto yo. Deberias de emplear tus armas de mujer… veras como pinta er gasho
No lo entiendes… Prefiero hacerlo yo. Así me ahorro luego limpiar su sangre!!! Por cierto, acabo de terminar!!