El vestido perfecto

Dentro de poco tengo una boda (por qué la gente sigue casándose una y otra vez, una y otra vez…? Y siempre son los mismos) y no tengo nada que ponerme. Bueno, nada si no tengo en cuenta mi conjuntazo de camiseta de Juana Montaña y pantalón de luces (literal: por la noche se turna con el móvil para cargarlo). Total, que ni corta ni perezzzzos… Zzz… Zzz… Gronf…!! Eh?! Qué?!?! Ah, lo de la boda. Pues que me he ido a comprar un vestidazo para la ocasión.

Lo primero: es una boda de mañana, así que tengo que ir vestida de corto. Si fuera una boda de tarde hay que ir vestida de largo o con traje de gala de teniente coronel. Los hombres, de riguroso directo. Si fuera de noche, pijama de etiqueta y peluche a conjunto. Pero no quiero extenderme en pequeñas chumis. Resumiendo, tengo que ir con las rodillas al aire, si me viera mi abuelo me daba dos guantás que me dejaba temblando.

Al principio iba con una idea muy concreta de lo que quería: un vestido que me hiciera delgada. Qué, esperabas que buscara un color, un estampado, un estilo…? Mira, a lo largo de los años he aprendido que una mujer tiene tales dificultades para encontrar una pieza de ropa que la haga delgada que cuando la encuentra, como si quiere tener a la gallina Caponata estampada en la pechera, no importa. Se compra y punto.

Depués de probarme un merengue rosa hecho vestido, uno demasiado largo, uno demasiado corto y uno con demasiadas olivas, por fin separo una percha y allí está él, esperándome. Color tostado, proporcionado, hombros descubiertos, cintura entallada. En la mano sostiene un vestido guarro de color amarillo limón horrendo, pero es el único que no me he probado, así que suspiro, se lo arranco de un mordisco que le alcanza en el culo y me lo pruebo antes de que… Ah, no, se ha ido corriendo. Pues me lo pruebo tranquilamente.

Me embuto dentro del vestido, descorro la cortina y la luz que irradio deslumbra la tienda entera. Me pongo las gafas de sol y me miro. ¡Sí, lo he encontrado! El vestido es más feo que meterse en la boca el chicle que acabas de pisar pero es tan amarillo que mis lorzas se funden a la vista como la mantequilla. Tástico!

Y, por cierto, si buscas un libro que te haga delgad@ deja de buscar. Eso no existe. Sin embargo, si buscas uno que te sorprenda (agradablemente), “Al otro lado de las llamas” es lo que estás buscando. Ahí te lo dejo, en paper y en ebook. Muy pronto en tetrabrik. A disfrutar!!!

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