Dicen que cuando el ordenador empieza a hacer cosas raras es mejor formatearlo . El otro día sorprendí a mi portátil metiendo unas magdalenas en el horno y, aunque no estaban mal, quedaron un poco secas. En ese momento comprendí que mi amado portátil tenía un virus (o una bacteria, vete tú a saber…) y que tenía que formatearlo.
En esos momentos, una escritorcilla como yo se da cuenta de que cada verso, cada rima… Bueno, vale, no escribo poesía, ¿cómo lo has sabido? Podría si quisiera, ¿eh?
Tres y dos, cinco
Por el caca te la estrujo
¿Ves? Bueno, que me distraes. El caso es que tengo toda mi verborrea metida en ese ordenador y la única copia de seguridad es de cuando escribí mi primera onomatopeya, un “miau” desgarrado. Cuando fui consciente de eso una gota de sudor frío perló mi frente. Lo de los sobacos no fue tan elegante. Rapidamente cogí el pen de Darth Vader (¿el pen de Darth Vader? ¿Qué es esto, la Guarra de las Galaxias?) y copié ahí todas mis novelas, relatos, microrrelatos, nanorrelatos y letras sueltas que guardo primorosamente porque me sale del musgo.
Después contemplé el mensaje “¿Desea continuar?” y tragué saliva. Con un dedo tan tembloroso que se me cayó toda la porquerieta de debajo de la uña pulsé el botón fatídico: “¡Que siiiiií, pesao!”
Entonces con un ¡Chiu! fatídico la pantalla fundió a negro como si fuera una peli del Pilberg. ¿Qué significa “chiu”? ¡A mí me habla túl más sensillo! Estaba tan nerviosa que salí corriendo a refugiarme en los brazos de mi pececillo de colores… ¡Leñe, es un pececillo de plata, ascazo, alarido y pisotón!
Cuando regresé la pantalla brillaba llena de vida. Me acerqué esperanzada. La pantalla se veía extrañamente vacía. ¿Dónde están todos los programas que yo tenía? Ahí solo estaban la papelera de reciclaje, mi PC y un resto de helado de vainilla con cuquis. ¡Pero ha dejado de hacer repostería y ha vuelto a sus paellas de toda la vida, ole, ole y ole!
Y venga, deja de reírte de mí y échale un ojo a mi novela (tiembla, mundo… ¡se salvó de la quema!). ECHAR EL OJO AQUÍ.