Por fin de vacaciones!

Disculpad la tardanza (de horas) del post semanal pero es que… ¡Estoy (tiembla el suelo) de (cae un rayo) VACACIONESSSSS (trueno ensordecedor y pedo camuflado en el fragor de la batalla)! La semana que viene me voy al infinito y más allá… Sí, más allá de Cuenca, así que tendré que mirar en otra dirección cuando… Estoy divangando. Lo realmente importante es que finalmente, después de esperar meses y meses, puedo pasarme el día disfrazada de aristogato.

Esta semana no estoy haciendo nada en especial, aunque estoy aprovechando para ir a la playita casi cada día. Lo que son las cosas, unos recorren medio mundo y parte del extranjero para ir a la playa y los que vivimos al lado, lo que queremos es… ¿A quién quiero engañar? También queremos la playa, leñe, por eso vamos todos en masa y nos peleamos por una medusa que se ha perdido camino a Lourdes, aquejada de picores postcoitales.

Mi cara se ha visto salpicada por esas graciosas pequitas que me salen en la napia cada verano por el sol y que una amiga me ha dicho que no son pequitas ni son graciosas, que son manchas que tarde o temprano engullirán mi cara y solo quedará un agujero de donut. Más maja, mi amiga… (déjala, déjala que se desfogue, ¿no ves que vive en un bajo?)

Mi hija está aprendiendo lo que es confiar ciegamente en la seguridad de los brazos papales y comerse una ola del tamaño de Andorra. Así, sin pan ni nada… Hace dos días que no me habla, la tía. ¡Pues haber nacido de un huevo más alto, chata! ¿Eh…? Vaya, ahora estoy recibiendo agrias quejas de mi pareja, que dice que sus huevos están MU altos y que la que tiene los sobacos a ras de suelo soy yo.

Resumiendo, que estoy disfrutando de cada día a tope y con un poco de suerte me tocará la lotería, dejaré el trabajo, viviré deprisa y dejaré una bonita colcha de patchwork cuando muera. ¡Ciao!

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