Acabo de efectuar un registro reglamentario en la cocina y efectivamente, en los momentos clave no hay un mal trozo de chocolate para llevarme a la boca. ¡Así no puede una mantener sus caries! De verdad, que están todas a medio hacer, con gruítas microscópicas por todas partes cual urbanización abandonada a medio construir… Las bacterias están indignadas. Algunas se van esófago abajo y ya no regresan… Las malas lenguas dicen que se van a la mierda.
En fin, no quiero agobiarte con mis pesquisas azucareras, hablemos de cromañones, que eso siempre viste. A veces me pregunto, si los cromañones levantaran la cabeza, ¡coñññññññgoja, qué susto! No, en serio, si pudieran ver la sociedad actual, ¿qué pensarían? Es posible que les oyéramos descimborriarse de la risa al ver nuestros cuerpos pelones y nenucos cubiertos con modelos de Ágata Luiz de la Plada (los vestidos son de imitación, qué le vamos a hacer).
Igual les parecería un poco raro que avanzáramos por la calle absortos en nuestros smartphones, indiferentes a cualquier león, mamut o tomate mutante carnívoro que pudiera atacarnos. No entenderían que es más importante contestar ese whatsapp (porque el emisor SABE que lo hemos leído) que llegar sanos y salvos a casa. O, más bien, que no viviremos para ver un nuevo amanecer como no contestemos YA.
No creo que se sorprendieran de gran cosa más, porque en cuanto encontraran la playstation se la sudaría el tema de la lucecita de la nevera, que si se apaga cuando se cierra, que si no se apaga… Desarrollarían sus pulgares prensiles hasta límites insospechados y por fin podrían hacer una marioneta metiendo la mano en un calcetín. Creo que eso es lo que les faltó como eslabón de la evolución.
Si quieres saber más sobre evolución siempre puedes leer a Darwin, un señor con barba que comía bagels o nosequé, pero si quieres leer algo sorprendente… ¡”Al otro lado de las llamas” es la novela que estás buscando!
(Y sí, el Cabernet que se bebe se escribe con B)
Al otro lado de las llamas 