Estoy intentando alejarme un poco de las redes sociales, no sé si te has dado cuenta de que mis apariciones con esa fuente de letra voluptuosa de sugerentes puntos de las íes (de los creadores de Verdana…) son más escasas ahora. El punto de inflexión tuvo lugar cuando le pedí a mi pareja que me trajera un yogur con mail. Harto de mis desconexiones del mundo real en favor de mi avatar twitero se marchó dando un sonoro “¡¡Spam!!”
Y es que, a pesar de haber visto precisamente la peli “Avatar”, no entendía que deje que mi cuerpo se pudra lentamente en el sofá (llegas a un punto en que cuando separas la cara del cojín hace el mismo efecto que cuando le quitas la piel a una magdalena) mientras me hago famosa de mentirijilla en la red. Total, que estuve sopesando mis opciones y…
Como el chocolate es un sustitutivo del sexo bastante penoso…
En fin, que cada día es especial y tengo que prestarle atención, y mirar ese amanecer que todos dicen que es único e irrepetible pero que se parece sospechosamente al del otro día, y que tengo que correr, saltar, gritar para finalmente caer redonda al suelo susurrando “¡desfibrilador…!”
Desde que entro menos en Twitter y Facebook he descubierto que tengo una familia que me quiere y que ha estado guardándome toda la ropa para planchar desde que me compré mi primer Smartphone. ¿No son adorables? (¿Quién demonios ha puesto interrogantes en la última frase?!)
Te recomiendo que hagas como yo, menos Twitter, menos chocolate y más ropa de usar y tirar. Planchar es de pobres (no me ves pero me estoy mordiendo un puño). Y lee algo, que te está creciendo el entrecejo. Te recomiendo “Al otro lado de las llamas”, una novela que te atrapará. Te encantará. Es un sustitutivo del chocolate (y nos vamos alejando más y más de sexo… pero me estoy yendo del tema). Que la leas, que es mía.
Al otro lado de las llamas 