Qué bonito es tener a tu media naranja, a tu alma gemela, ese dedo familiar que te saca los mocos y se los lleva a la boca, ese ángel que te lleva un zumito (¡¡¡¡corre, zarigüeya, corrrrrre que se van las vitaminasssss!!!) a la cama cuando tienes fiebre… ¿Pero no tienes la desagradable sensación de que si se te olvida su cumpleaños, su santo o el aniversario de cuando te reventó el primer grano con cabeza, parece que no le/la quieres lo suficiente? Qué egocentrismo, cuánto daño ha hecho Copérnico…
Yo, la verdad, si no fuera por Facebook no sabría ni mi propio cumpleaños. Sí, ese pequeño controlador de mi vida que lo mismo me sirve para ver fotos de mis amigos vomitando en una papelera como para saber que si fuera un personaje de Star Wars sería Oliver Aton me avisa con un tierno letrerito cada vez que alguien a quien no conozco pero sigo en Face cumple años. Megaútil.
Lo malo es que mi pareja no tiene Facebook (¿te lo puedes creer? ¡Ni siquiera quiere whatsappear conmigo cuando estamos en la cama! Sé que un día me dejará por telegrama) y la cosa se complica. Nene, yo te quiero muncho, muncho, como Pin a Pon, como Epi a Blas, como Paris a Hilton… no te enfades porque tenga que consultar nuestro aniversario de boda mirando el anillo de casada. ¡Leñe, para eso se graban!
Y en otro orden de cosas, mañana es el día del padre. ¡Papa, que me he acordado! ¡¡Bueno, me lo acaban de decir, pero casi ni se nota!! Ahora mismo voy a comprar un poco de barro para hacer un cenicero… Porque de plastilina, que es lo que tengo en casa, no es tan glamuroso, ¿no…? ¿O sí? Yo creo que es fino, fino…
¿Buscando regalo para papuchi? ¿Qué tal algo que le encante? Y si no… ¿Qué tal un libro? Tengo lo que buscas, “Al otro lado de las llamas”. Le encantará, y lo tienes en papel, ebook y mortadela.