Hace un tiempo una idea peregrina atravesó por mi cabeza y me dio por reciclar. Empecé llevando las botellas al contenedor verde y fue como probar una droga. Me fui metiendo, me fui metiendo y terminé usando el papel de wáter por los dos lados (no lo intentes sin la supervisión de un… No, mejor no lo intentes y ya).
Llegué a tener 14 cubos de basura en la cocina para separar la basura por material, color, punto de fusión y, por supuesto, las cosas con forma de riñón, que soy donante (donante de cosas con forma de riñón). Al poco tuve que desistir porque mi pareja se liaba, tiraba los sobres sin separar la ventanilla de plástico del papel, tiraba el papel de las cartas del banco con el papel de las cartas de la caja… Un desastre. Como reciclar no era lo suyo, solo le pedí una cosa muy básica: que se tirara los pedos en el balcón.
Yo, por mi parte, inventé una forma innovadora de reciclar, separando lo dulce de lo salado. En lo dulce iba la fruta, las galletas de dinosaurios y la botella de Mimosín, y en lo salado, el moho de la fruta (sí lo pruebas sabe a pollo con moho, que es salado…), las galletas de pececitos, la ropa de lunares y los sobacos. Desde aquí lanzo un órdago (o un muérdago… o un muerdo) al ministerio de medio ambiente para que aplique mi propuesta y consiga de una vez un ambiente entero.
En fin, mi sueño de reciclar, que me llevó incluso a instalar un contenedor rojo en la calle para que la gente tirara sus órganos se rompió bruscamente cuando un día llegó Pérfuman (también conocido como el camión de la basura) y fue recogiendo todos los detritos primorosamente clasificados alfabéticamente y planchados por mí para tirarlos dentro de cualquier manera, mezclando mi mierda con… con… ¡¡¡tu mierda!!!! ¡¡¡Inconcebible!!!!
¿Para qué tanto esfuerzo?, pensé mientras lanzaba un lapo verde al contenedor verd… ¡¡¡Qué leches, al azul!!
Si buscas una novela para pasar un rato ameno, te recomiendo “Al otro lado de las llamas”. No porque la haya escrito yo, sino porque no la ha escrito otro. Mira, te dejo una reseña para que veas de qué va.