Todos dicen que es muy difícil dejar de fumar, más o menos como dejar de tirar huevos podridos desde el balcón… Pero hoy quiero hablaros de una adicción mucho más difícil de dejar: morderse las uñas. Y lo digo por experiencia, que me he mordido las uñas desde 1728, contando con las rencarnaciones. ¿Que por qué es más difícil?
¡Para empezar, porque la tengo yo (perdón, esto se me ha escapado)!
Para empezar, ahora sí, si tu flotador de patito naufraga y terminas en una isla desierta, no van a crecerte ducados en los sobacos. ¡Mira qué sencillo va a ser dejarlo! Pasas tu mono, tu delirium tremens, tu “mecagüen tó”, tus intentos de suicidio metiendo la cara entre los cangrejos… Mira, ahí va un cangrejo ermitaño con una nueva nariz donde vivir. Cómo te integras en el entorno, gamberroide.
En cambio, como no te cortes las manos y los pies, vas a tener 20 uñitas llenas de roña creciendo y creciendo sin parar. Sí, las de los pies también. No te sorprendas, si no llegas con el pie a la boca sin ayuda de las manos, desde luego es que no te comes las uñas (no me ves, pero te miro con desdén). ¡Vayas donde vayas, te van a perseguir sin descanso!
Luego vienen las crisis. Tú te conciencias, que no tienes que comerte a ti mism@, que es autodestructivo y nosequé nosecuántos, PERO… ¿A que cuando bostezas no te cae un puro en la boca? Pues en el momento menos pensado, ¡zas! Se te rompe una uña. LA uña. La única que había podido crecer un poco, escondida de estraperlo bajo el dedo gordo. Eso sí que es una tortura.
Primero pasas el dedo por el relieve dentadito de la uña. Ostras, tendrías que esperar a que te rescaten de la isla y limarte la uña, pero… Te pasas el dedo por la minisierra una y otra vez, y otra, y otra, y cuando quieres darte cuenta te estás pasando la lengua, lo estás acariciando con los dientes. Cuando la uña tiene la textura de un alga no puedes aguantar más. Sujetas la presa entre los dientes y con un rápido movimiento de tiki-taca cortas la uña. La dejas un poquito en carne viva, pero en este momento te da igual.
Te alejas con tu media luna de uña entre los dientes, buscando un buen lugar para cavar un agujero y enterrarla. El tabaco no puede compararse con esto.
Por motivos ajenos a la organización, esta semana no va a haber capítulo de Lúa. No pasa nada, más se perdió en la guerra, a caballo regalado no le mires el mondongo… La semana que viene lo tendrás sin falta, prometido. Mientras, si todavía no te has lanzado a leerlo, aquí tienes los siete primeros capítulos, que no son uña de pavo.
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