Me fascinan las leyendas urbanas. En alguna madriguera, un grupo de gilipollas escuchan al sumo cerdote explicar que si llamas tres veces a un fantasma asesino mirando al espejo, el tío coge tres aviones ipso facto y se te aparece, todavía con la sombrilla de la piña colada entre los dientes. ¡Qué putada para el fantasma! ¿Y para qué iba a querer nadie llamar a un psicópata muerto, a ver? Pues esa tontería viaja a la velocidad de la luz por todo el mundo, con más credibilidad que un bono alemán.
En Estados Unidos es Candyman (qué nombre tan dulce) o Bloody Mary (con su ramita de apio y todo), aquí no somos tan glamourosos. Solo tenemos disponibles a la bruja de las Bragas Rotas y un tío de Puerto Urraco, pero es lo que hay, el 90% de nuestros fantasmas están vivos y corretean por la parrilla de la tele. En fin, tú te encierras en el baño, apagas las luces, te pones unas velitas… Bueno, ponte primero las velitas y luego apaga las luces, que le estás pegando fuego a un tampón.
Luego llamas a tu fantasma con boina tres veces mientras das vueltas y ya está: eres oficialmente gilipollas. De repente, una brisa te despeina. ¡Abuelo, vaya a tirarse un pedo a otra parte! Puaj, el ambiente se ha caldeado de repente y tres velas se han derretido del disgusto… El abuelo sale todo rumboso, cerrando la puerta tras de sí, y te deja a solas. ¿A solas?
Miras en el espejo y ves una presencia a tu lado. Te giras y no hay nadie. Vuelves a mirar el espejo y arrancas con la uña la pegatina de Dora la exploradora. Aquí no aparece ni el Tato. Vas a soplar las velas y… No, mejor enciendes la luz primero. Enciendes la luz y ahí está, por fin. Un señor con bigote te mira con desdén y empieza a lanzar pestes: que ya está bien de molestar, que no son horas, que ha tenido que dejar su partida de mus en el Buda Bar para venir, que ser fantasma está muy mal pagado…
¡Pues haberse metido a tronista, caballero! ¡Tú tienes preparados billetes pequeños para metérselos por el tanga, así que a currar!
Bueno, ya vamos por el capítulo 12 de Lúa, ¡te parecerá poco! Igual que con «Al otro lado de las llamas», he colgado en el blog 12 capitulazos, ¡12! El 12 es el número de granos que gambaban por mi cara cuando era adolescente, y el número de arrugas que tengo proyectadas en los próximos 5 años por todo el jeto. Mi número de la suerte, sin duda. En fin, la semana que viene espero tener la novela ya ENTERA en Amazon, solo me falta la tapa, una tontería como otra cualquiera. ¡Te mantendré informad@!
Ya tardas. Ya tardas mucho. Ya tardas mucho, mucho. Y supongo que sabes que te quiero
Estoy haciendo la tapaaaaaaa!!!! Lo peor es que cuando la veas, dirás: «tantos días para eso?»
Pues sí, hija, sí…