Me adentro en la oscuridad descalza, con las manos por delante para no tropezar con un mueble. Pido perdón por adelantado si le toco el culo a un fantasma. El eco de mis pasos se cuela en los sueños del perro. Yo creo que cuando le piso la cabeza sin querer se termina de despertar. Cómo chilla, la alimaña, parece un cerdo en san Martín… Venga, venga, que mañana por la mañana te hago otra nariz con plastilina, deja de llorar.
Las sombras cubren piadosamente el estampado floreado de mi pijama, los pelotes de mis piernas, dos canas incipientes y… No, la lorza no entra en el pack, tendría que pagar un plus para contratar un poco de humo discotequero. No importa, los cuadros de las paredes me ignoran, ni siquiera se dignan a seguirme con la mirada. ¡Mierda de bodegones sin ojos!
Abro una puerta y una sombra aparece ante mí. Quieta. Acechando. A lo lejos, un trueno retumba en el cielo. O tal vez ha sido un pedo furibundo. Miro con atención la silueta de niña de The Ring que me corta el paso. Ese pelo acigüeñado. .. Esos hombros garrapiñados… ¡Esa lorza me suena! ¡Pero bueno, si soy yo! Estoy acercándome a un espejo con la cautela de un periquito, y no le he lanzado un picotazo de milagro.
Realmente tendría que presentarme a un casting para una peli de miedo, porque yo no me he movido y la imagen del espejo ha empezado a moverse espasmódicamente. Hija mía, te falta mucho para que te salga el “briking dance”… Paso de largo bostezando y finalmente llego a mi destino. Qué lejos está el wáter, he consumido mi tiempo para soñar con bomberos con manguera integrada para llegar. Cuando vuelva ya solo echarán esos sueños lamentables de girasoles comiéndose sus propias pipas, como Júpiter devorando a sus hijos, pero en vegano. Nunca debí pasarme al pan integral.
Perdóname porque Lúa todavía no está a punto. Ya tengo la tapa, estoy maquetando y enmoquetando. ¡¡¡Ya acabo, ya acabo!!!