Capitán Morcilla

Por más que dejo caer sugerentemente las pestañas, el perro no pilla el mensaje. Al final voy a tener que levantarme yo a hacerme el café con leche… ¡Yo! ¿Para eso me gasté un dineral en la escuela de adiestramiento y pintura al óleo para perros? ¡Mira qué churro pintó con las patitas anoche, todavía dirá que es pintura abstracta!
No lo entiendo, si Pancho pudo aprender a coser y planchar (por si no lo sabes, Pancho es un perro que aprendió a hacer todas las tareas de la casa. Es totalmente verídico, porque salía en un anuncio de lotería), no entiendo que mi Capitán Morcilla (deja de soñar, es una hembra. Lo que pasa es que es muy marimacho) no pueda ni poner la mesa.
Creíamos que Capitán Morcilla crecería hasta convertirse en un ejemplar gigantesco, majestuoso, rocinante, pero se ha quedado en esa bolilla de pelo que corretea por el piso y más de una vez ha terminado en la basura al barrer el suelo, chuperreteando las cabezas de las gambas… ¡Te va a subir la tensión, Morcilla!
No sé qué le pasa últimamente, anda como nerviosa, se frota contra un peluche de un león como si fuera la lámpara mágica. ¿Tendrá hongos? La pobre tiene cara de sufrimiento… La saco a pasear y se va correteando alegremente con las otras perras, ¡qué amiguitas son! Me recuerda a mí cuando iba al cole, con mis amigas, que andábamos juntas todo el día… ¡Nosotras también jugábamos a montar a caballito!
Capitán Morcilla, deja a tu amiga, que nos vamos a casa. ¿Capitán Morcilla…? ¡¡¡Leches, si es un macho!!! Esto explica su asombroso parecido con la new generation de perrillos que vienen al parque, cómo se frota contra la pierna (yo pensaba que era de cariño…) y ese pene que siempre le cuelga entre las piernas.
¿¿Pero, claro, cómo iba a saberlo??

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