En el parque hay escarabajos voladores. Lo descubrí el otro día, cuando estaba yo tranquilamente pateando un macizo de petunias (¿qué? ¿No has oído hablar de la osteopatía para plantas?). De repente, una oliva negra con alas vino revoloteando hacia mí a velocidad estúpidamente lenta…
Pero no podía mover ni un músculo. No, mientras mi cerebro tejía una explicación a esa cosa en 300 fases que te resumo en:
¿Qué leches es eso?
¿Por qué es tan grande?
¿Por qué es tan negro?
¿Por qué viene hacia mi boca…?
Vamos, que al final estuve a punto de reproducir la carátula del Silencio de los Corderos, pero con una cucaracha. Qué fijación por mi boca, ¿sería porque quedaban reminiscencias de chorizo, concretamente cien gramos, remetidos entre mis muelas? El caso es que en un movimiento digno de Neo en la primera toma de Matrix (sí, esa que nunca salió en pantalla porque parecía una tortuga reumática haciendo estiramientos) me eché hacia atrás y el rinoceronte (de cerca es lo que parecía) pasó zumbando a escasos milímetros de mi napia.
¡Pero bueno, saltándose un stop y dos semáforos, el desgraciado! ¿Dónde está la policía cuando la necesitas? ¿Y el linimento? Porque al echarme hacia atrás, mi espalda crujió como un insecto-palo sobreactuado y ya no pude volver a ponerme recta. El bicharraco salido del jurásico se marchó de mi vida y se perdió entre las flores, sin ofrecerse a pagarme un quiropráctico, ni nada…
Y aquí estoy yo, doblada en ángulo de 90 grados hacia atrás desde entonces… No todo es malo, he ganado un concurso de lingo y un tipo ha venido a ofrecerme trabajo en el circo. Además, ahora veo todos los chicles que hay pegados debajo de las mesas y la ropa interior de las chicas que van con falda, ¡puaj! ¿Dónde están los mocetones con kilt cuando los necesitas…?
Muy bueno. Me ha recordado las desventajas de correr con la boca abierta…
Correr con la boca abierta también tiene sus ventajas!!! No pasas hambre, por ejemplo…