Lúa se despertó al día siguiente y miró su móvil con ojos legañosos para ver qué hora era. Las once y media, ella pensaba que sería más tarde… No sabía cómo había llegado hasta casa la noche anterior ni recordaba haberse puesto el pijama, que consistía en un pantalón de chándal gastado y una camiseta de tirantes, pero allí estaba, ¿no? Lo habría conseguido de alguna manera. Lúa tenía una gran virtud: por más que se emborrachara nunca tenía resaca. Podía estar un poco cansada, tener sed… lo típico cuando bebes, pero nada de dolor de cabeza. Se levantó y fue al baño. En el espejo vio un cruce entre un matojo del oeste y el león del zoo. Llevaba una melena leonina rizadísima que ella puso más o menos a raya con un peine, aunque le habría venido mejor un látigo. Luego se fue a la cocina.
Quería sorprender a Sebas preparándole el desayuno, era lo menos que podía hacer después de que la hubiera invitado a su casa, así que se metió en la cocina y preparó tostadas, café y zumo de naranja que exprimió ella misma, y sacó mantequilla, mermelada y miel. Mientras ponía leche a calentar oyó unos pasos en el pasillo y sonrió.
– Qué madrugador te has vuelto, no es ni mediodía… Te he preparado el d…
Se calló en seco cuando se giró y se encontró con un desconocido en la puerta de la cocina. Era un hombre joven que no estaba nada mal, de cabello moreno y algo greñudo. Tenía una barba de tres días y unos ojos oscuros que la miraban fijamente. Seguramente su cara de perplejidad era la misma que tenía él, y le dio la risa.
– Supongo que tú eres Dani. O si no, habrás entrado a robar, no sé…
– Sí, soy Dani. ¿Has venido con Sebas?
– Sí. He preparado el desayuno, coge lo que quieras, hay de sobras para todos. Voy a despertarle.
Dani fue a servirse un café con leche y ella de mientras fue a despertar a su primo. Llamó a su puerta flojito.
– ¿Sebas? Seeeebaaaas- canturreó-. Voy a entrar, espero que se te haya pasado aquella manía de dormir en pelotas…
Lúa abrió la puerta con cuidado y se encontró con Sebas tirado boca abajo sobre la cama. Todavía llevaba los tejanos de la noche anterior pero la camisa había desaparecido. Ella se sentó al borde de la cama y le acarició un brazo.
– Sebas…
– ¿Mmm…?
– Te he preparado el desayuno…
Sebas abrió los ojos automáticamente.
– ¿Qué es?
– Tendrás que levantarte y verlo tú mismo. Si tardas mucho Dani y yo nos lo comeremos todo…
Mientras Sebas se desperezaba y se llevaba las manos a la cabeza, Lúa volvió a la cocina.
– Gracias por el desayuno- dijo Dani mientras se comía una tostada con mantequilla y mermelada de melocotón.
– Qué menos, después que me dejáis quedarme aquí…
Dani se terminó la tostada y se lamió el pulgar.
– Bueno, cada uno duerme con quien quiere, yo no me meto en esas cosas.
Lúa le miró con cara entre extrañada y divertida mientras se servía un café con leche con mucho azúcar.
– ¿No sabes quién soy?
– No sé, supongo que estás con Sebas. Es la primera vez que te veo.
Ella se echó a reír y negó con la cabeza.
– ¡Soy su prima! He venido de visita dos semanas, ¿es que no te lo ha dicho?
Dani le dio un sorbo a su café con leche.
– Pues no. ¿Duermes en la habitación vacía?
Ella asintió.
– Espero que no te importe…- dijo con cautela.
– Bueno, me hubiera gustado que me avisara- dijo él, y Lúa no estuvo segura de si se había molestado de verdad o solo era un comentario sin importancia.
Sebas entró en la cocina masajeándose las sienes y fue directo a la jarra de agua, que se terminó vaso tras vaso en menos de un minuto.
– Dani, ésta es mi prima Lúa. Lúa, éste es mi compi de piso, Dani- dijo entre trago y trago.
– Podrías haberme dicho que ibas a meter a alguien en la habitación vacía- dijo él con voz neutra.
– Se me olvidó. ¿Me pasas una tostada?
Joder con Sebitas, vaya jeta, pensó Lúa.
Dani terminó de desayunar y se marchó, y Lúa no volvió a verle en todo el día. Ella comió con Sebas en casa.
– ¿Se habrá molestado? Es que se ha ido y aún no ha vuelto.
– No te preocupes por eso, a veces no le veo durante una semana entera. Entra y sale a su aire. Bueno, en realidad el que no para en casa soy yo… No está enfadado, te lo puedo asegurar.
– ¿Cómo lo sabes?- Lúa no quería tener problemas con Dani nada más instalarse y estaba un poco preocupada.
– Porque si se hubiera enfadado la habría liado parda. Tiene muy mala leche pero no es mal tío. Ya le conocerás.
– Es un poco raro…
– No has estado nunca en Barcelona, ¿verdad?- dijo él cambiando de tema.
– Pues no.
– Es una pena que mañana tenga que ir a trabajar pero esta tarde iremos a pasear por las ramblas, y te enseñaré la Sagrada Familia, y… bueno, lo que dé tiempo. El itinerario estándar para guiris.
La cara de Lúa se iluminó.
– ¡Qué bien! ¡Venga, vamos a recoger esto y nos vamos!
– Joder, cómo se nota que eres mujer… La mierda no se va a ir a ninguna parte, nos estará esperando cuando volvamos…
Ella ya había comenzado a llevarse los platos y no le contestó, pero le miró de una manera que hizo que se levantara como un resorte y comenzara a recoger.
Al día siguiente era lunes y Lúa se quedó sola en casa, tanto Sebas como Dani tenían que ir a trabajar. A primera hora la despertó el trajín de los dos correteando por la casa como si fueran niños pequeños que no supieran dónde estaban las cosas. ¿Cómo podían ser tan ruidosos? Trató de dormirse otra vez pero al final se dio por vencida y se levantó. Nada más salir se topó con Sebas.
– Vaya, si te has peinado y todo- le dijo con sorna.
– Sí, es algo que deberías probar- le contestó él con una mueca burlona.
Ella se tocó el cabello y fue al baño a verse. Nada más abrir la puerta vio luz dentro y volvió a cerrar precipitadamente.
– ¡Perdón, perdón, perdón! ¡No he visto nada!
Lúa esperó pacientemente en la puerta del baño unos minutos. Luego llamó a la puerta con prudencia.
– ¿Te falta mucho…?
No obtuvo respuesta. Una voz detrás de ella la sobresaltó.
– Oye, ¿te importa si paso….?- Dani surgió detrás de ella y señaló el baño mientras, de hecho, se colaba delante y se metía dentro.
Ella se sintió como una completa idiota. El baño estaba vacío. Sebas se había dejado la luz encendida, eso era todo. Cuando la puerta se volvió a abrir ella estaba con los brazos en jarras.
– ¡Oye, estaba yo primero!- le soltó mientras él se pasaba las manos por el pelo para terminar de ponérselo bien.
– Ya, pero te vi tan entretenida hablando con la puerta que pensé que no te importaría que pasara yo antes.
Dani pasó de largo y la dejó con la palabra en la boca. Al final ella resopló y entró al baño.
Cuando los dos chicos se marcharon se hizo un silencio casi sobrenatural. Lúa desayunó tranquilamente en la cocina y se paseó por la casa fijándose en los detalles de las cosas. Casi podía imaginarse que aquella era su casa, aunque ella nunca permitiría que estuviera tan sucia. Como no tenía nada mejor que hacer y no le apetecía salir sola decidió ponerse a limpiar, sería su manera de agradecerles que la dejaran quedarse allí unos días. Al final le iba a salir bien la jugada a Sebas.
La verdad era que desde que había llegado a Barcelona se sentía mucho mejor, como si hubiera estado conteniendo la respiración mucho tiempo y por fin pudiera coger aire. Se sentía tan adulta, tan independiente, tan ella… Lúa se puso sus auriculares y puso en marcha una mezcla de música que abarcaba desde Offspring hasta los Chichos. Eso sí, todas eran canciones marchosas. Se puso una camiseta vieja y un culotte y se sujetó su selva de rizos poniéndose un pañuelo en la cabeza. Luego cogió los bártulos de limpieza y se puso manos a la obra. Pronto se dio cuenta de que aquello iba a ser más duro de lo que creía. En el comedor había zonas que no se habían limpiado desde los tiempos de Julio César. Lúa tuvo que emplearse a fondo con el trapo, dale que te pego a los estantes, a los marcos de fotos, a las figuritas decorativas… ¿Quién había puesto aquella horrible figurilla de una pastora con una oveja? A medida que iba avanzando fue abriendo todas las ventanas para que se aireara el piso. Después del comedor se fue a la habitación de Sebas y aquello fue la guerra. Era como si el armario hubiera vomitado sobre el resto de la habitación. Armándose de paciencia separó la ropa sucia de la limpia y la llevó al cesto de la ropa sucia, en el lavadero. Luego cambió las sábanas de la cama, sacó el polvo, lo ordenó todo lo mejor que supo, barrió y fregó el suelo. La cocina también la tuvo entretenida un buen rato, incluso hizo algo de músculo frotando la encimera con saña. Mientras hacía todo esto iba escuchando su música y cantaba, daba gritos, bailaba o se ponía a saltar, según la canción. Era su manera de entretenerse.
Ya casi estaba terminando, solo le quedaba barrer y fregar el pasillo y el recibidor. En su mp4 sonaba “We will rock you” de Queen y utilizaba la escoba, ahora como micro, ahora como guitarra. Lúa iba avanzando hacia la entrada combinando los barridos de la escoba con una coreografía que incluía saltos y gritos. Dio un giro y entonces vio una figura en el recibidor, apoyada contra la pared. Lúa gritó aterrada y dio un salto instintivo hacia atrás que la hizo tropezar con la escoba y caer de culo al suelo. La figura se puso derecha y fue hacia ella.
– ¿Te has hecho daño?- preguntó Dani acercándose a toda prisa.
Lúa se puso roja como un tomate y se llevó las manos al tobillo izquierdo, que le dolía bastante.
– Me he torcido el tobillo pero estoy bien…
Dani se puso a su lado y la cogió de las manos para ayudarla a levantarse. Al apoyar el pie izquierdo en el suelo un rayo de dolor le atravesó el tobillo y si él no la hubiera estado sujetando se habría caído al suelo.
– ¡Au!- dijo dando saltitos sobre el pie bueno para mantener el equilibrio.
– Vamos al sofá- dijo Dani pasando el brazo izquierdo de Lúa sobre sus hombros para ayudarla a caminar.
– ¿Llevabas mucho rato mirando?- preguntó ella sin atreverse a mirarle a la cara.
Dani la ayudó a sentarse en el sofá, le descalzó el pie malo y se lo puso en el regazo para examinarlo. Estaba un poco hinchado.
– Mucho, mucho, no…- dijo él tratando de disimular una sonrisa- No sé qué ha sido más gracioso, si el baile, el grito que has pegado cuando me has visto o el salto mortal que has dado. ¿Esto va a ser así cada día?
Ella se puso más colorada si era posible. Adiós a su imagen de mujer elegante y enigmática… Dani le cogió el pie con cuidado y lo giró en varias direcciones arrancándole algún quejido de dolor.
– Oye, ¿ya sabes lo que haces?- le dijo mirando su pie con aprensión- Solo estaba limpiando un poco… ¿Qué haces aquí, no trabajas?
– ¿Me estás echando de mi propia casa? Es mediodía, siempre vengo a comer a casa entre semana. Y hoy es lunes.
Lúa miró el reloj del comedor.
– ¡Pero si ya es la hora de comer! Se me ha pasado la mañana volando. Qué pena, quería hacer algo especial para comer los tres juntos.
– ¿Los tres? Sebas no come aquí nunca, no le da tiempo. Oye, ¿a qué huele?- preguntó el joven aspirando el aire a su alrededor.
– ¿A ambientador?- preguntó a su vez ella, asombrada- ¿A limpio?
– No sabía que tuviéramos ambientador…- Dani se levantó con cuidado y dejó el pie de Lúa sobre un cojín- Pues va a ser verdad que has limpiado, si casi no parece la misma casa… Espera aquí, te traeré algo frío para que te alivie un poco el dolor.
Lúa se dio cuenta de la poca ropa que llevaba y se tapó con la manta que había sobre el respaldo del sofá. Al cabo de un momento volvió Dani con una bolsa de guisantes congelados envuelta en un trapo y se lo aplicó en el tobillo. Ella soltó un suspiro involuntario.
– ¿Te alivia?- Ella asintió- Oye, siento haberte asustado. Para compensarte te haré yo la comida, ¿vale?
– Vale.
Lúa vio a Dani irse a la cocina y le pareció un chico encantador. Luego recordó cómo se había puesto a cantar y a mover el culo y volvió a sonrojarse.
– ¿Te gusta la pasta?- le preguntó él desde la cocina.
– ¡Sí!
Lúa se levantó y apoyó el pie con cuidado en el suelo. Ya no le dolía tanto. Fue caminando despacio hasta la cocina y pilló a Dani abriendo una lata de tomate triturado.
– ¿Te ayudo?
Él se giró y frunció el ceño.
– Pero bueno, ¡no te levantes! A ver si te lo vas a fastidiar de verdad…
– Ya no me duele tanto- dijo ella acercándose a la encimera con precaución-. ¿De qué trabajas?
– Trabajo en una tienda de instrumentos musicales.
– Qué interesante… ¿Tú tocas algún instrumento?
Dani la miró de reojo.
– ¿Has entrado en mi habitación?
Lúa aprovechó para ponerse una medalla, Sebas le había advertido que Dani era muy reservado con sus cosas.
– No, no sabía si te molestaría. Si quieres te la puedo limpiar luego, me sabe mal…
– No, no, está bien. Prefiero hacerlo yo.
Como lo haga igual que el resto de la casa podría haber un pantano con cocodrilos ahí dentro, pensó ella.
– Bueno, ¿tocas algo o no?
– Toco la guitarra, básicamente. También el piano, un poco. Y el saxo.
– ¿En serio? ¿Tocarías algo para mí?
Dani echó el tomate en una sartén y se giró, un poco incómodo.
– No sé, me da un poco de cosa…
– ¿No tocas para nadie?
– Sí, pero cuando tengo más confianza. No te lo tomes a mal pero casi no te conozco y la música es algo muy personal para mí.
Lúa apenas pudo disimular su decepción.
– No pasa nada.
Los dos comieron en la mesa de la cocina y estuvieron charlando un rato. Luego Dani lo recogió todo, lavó los platos y se despidió.
– Tengo que volver a la tienda.
– ¿Dónde está?
– Está en el centro, toma una tarjeta…- Dani se sacó el billetero de un bolsillo y cogió una tarjeta que le tendió a Lúa- Hasta mañana.
– Bueno, nos veremos por la noche, ¿no?
– Esta noche he quedado, no creo que nos veamos. Cuídate.
– Vale…
El tiempo se le pasó volando a Lúa. Por las mañanas se levantaba temprano y se marchaba a visitar la ciudad. Estuvo en el parque Güell y le encantó ver los mosaicos en los que podían distinguirse pedazos de platos y tazas. Le parecía muy fuerte que algo así se le hubiera ocurrido a Gaudí tantos años atrás, cuando podría ser arte de vanguardia. Las vistas de Barcelona eran impresionantes. También estuvo en el barrio gótico, en el puerto, en la playa… Paseó por la arena descalza y dejó que las olas lamieran sus pies. La hacía sentirse viva. Incluso un día se acercó hasta la tienda de Dani pero estaba llena de gente y no quiso molestarle. De repente le dio vergüenza que la viera allí, qué tontería. Tal vez se estaba colgando de él un poquito. Solo un poquito de nada, es que era tan mono… Cada día comían juntos y pasaban un rato hablando antes de que él se tuviera que marchar al trabajo. Por las noches, en cambio, apenas le veía. No se atrevía a preguntar si tenía novia pero lo sospechaba. Un tío así no estaba mucho tiempo sin que le echaran el guante. En cambio, a media tarde aparecía Sebas y la mantenía entretenida hasta la hora de ir a dormir.
Sebas, por cierto, se enfadó muchísimo cuando vio su habitación ordenada y corrió a comprobar que no sé qué tontería siguiera en su sitio, pero luego tuvo que reconocer que así estaba mejor. De todas maneras le prohibió tajantemente que volviera a hacerlo. Aparte de eso, se le notaba que se esforzaba porque Lúa estuviera a gusto pero ella notaba que estaba mal. A veces se quedaba mirando al infinito y ella sabía que estaba pensando en Julia. En esos momentos él solía invitarla a salir al lavadero y compartía un porro con ella.
– ¿Estás en contacto con ella?- le preguntó Lúa una noche mientras le pasaba el canuto medio consumido a Sebas.
Desde el lavadero se veía un trocito de cielo anaranjado por la contaminación lumínica de la ciudad y Sebas se lo quedó mirando.
– No.
– Vamos, Sebas, no me mientas- le dijo ella con paciencia.
– A veces me paso por el café donde trabaja y la veo desde la calle- Sebas le dio una buena calada al canuto y sonrió-. Es de tarado, ¿no?
– No, claro que no- bueno, un poco, pensó-. Pero sería mejor que no la vieras más, así te va a costar un huevo superarlo.
– Es que no quiero superarlo, ¿para qué? No voy a liarme con nadie más. Las tías son una mierda…- se inclinó hacia delante rápidamente y le puso una mano en la rodilla a su prima- Tú no, cariño.
– Eso lo dices porque estás mal pero seguro que encontrarás a alguien pronto. Este finde nos vamos a ir de fiesta y no te voy a dejar volver a casa hasta que no te líes con una tía buena. Anda, pásame el canuto, abusón.
Sebas se lo pasó, ella le dio una calada y se le escapó la risa.
– Bueno, y tú, ¿qué? ¿Cómo es que estás tan sola?
– Porque me sale del chichi- dijo ella y se echó a reír.
Luego le dio otra calada al porro.
– Venga, en serio, ¿no te gusta nadie?
– No encuentro a nadie en el que vea el reflejo de mi padre calvo con su barriga cervecera…- Lúa miró hacia la cocina con aire clandestino- Si te digo algo, ¿me guardas el secreto?
– Claro, tonta.
– Dani es muy mono.
A Sebas se le borró la sonrisa de la cara.
– No, tía, olvídate.
– ¿Por qué?
Sebas le dio una última calada al canuto, del que solo quedaba una colilla ridícula, y lo apagó en un cenicero improvisado con el envase de un yogur.
– Dani no habla mucho de sus cosas pero por lo poco que yo sé tenía una novia. Nora, creo que se llamaba. Sí, Nora. Iban muy en serio, se iban a casar y todo. Chica, yo no sé lo que pasó pero de la noche a la mañana cortaron y Dani se vino a vivir aquí. Llevaban cinco años viviendo juntos…
– Ah, entonces le conocías antes de que viniera a vivir aquí.
– Sí, éramos conocidos. Cuando cortó se quedó hecho polvo y coincidió que se marchó un colombiano del piso, así que le ofrecí su habitación. Entonces todavía éramos tres machotes en el piso.
– Vale, ha salido de una relación intensa, ¿y qué?
– Pues que no levanta cabeza. No le verás salir con ninguna chica en serio. De vez en cuando sube con alguna tiparraca pero nunca repite, y se ha vuelto muy cerrado con las tías. No quiero que te lo haga pasar mal.
– A mí me parece muy simpático.
– Oye, te voy a presentar a un amigo mío que te va a encantar, deja a Dani tranquilo- ella miró hacia la cocina con preocupación y Sebas se dio cuenta de que estaba levantando un poco la voz-. No te preocupes, no está.
Lúa se levantó de la hamaca y se estiró.
– ¿Nos vamos a dormir?
Sebas la imitó y le dio un beso en la mejilla.
– Vamos.
Lúa se encerró en su habitación pero no se fue a dormir. A veces, por la noche se conectaba con sus amigos de Lleida con el portátil de Sebas y charlaba con ellos a través de la webcam. Un día se conectaba con uno, otro día con otro, a veces quedaba todo el grupo y les veía competir por salir en pantalla… Eran un encanto y les echaba de menos. Había tenido que largarse para darse cuenta de los buenos amigos que tenía, menuda idiota. Esa noche se conectó con Katia, su mejor amiga. Cada vez que habla vez que hablaba con ella le tenía que contar con pelos y señales todo lo que había hecho.
– ¿Y el buenorro del cuarto de al lado, qué?- le preguntó Katia.
Lúa se arrepintió por momentos de haberle contado nada de Dani pero ya era tarde.
– ¡Chst, que se oye todo! No sé, antes me ha dicho Sebas que no quiere saber nada de tías, que está superando una relación.
– ¿Nada de nada?- Katia enarcó una ceja, incrédula.
– Nada serio.
– Bueno, pues perfecto. Un polvete y para casa.
– ¿Para casa? ¡Ya lo tengo en casa! Eres tan romántica…- Lúa puso los ojos en blanco- No, paso de rollos de una noche.
Se oyó una voz de fondo a través del altavoz y Katia se giró hacia un lado.
– ¡Ya voy!- volvió a mirar a cámara- Tía, tengo que dejarte. El deber me llama. Un besito, guapa.
– Otro para ti.
La segunda semana de Lúa en Barcelona estaba tocando su fin y solo de pensar en volver a casa de sus padres le cogieron todos los males. No quería irse, no quería y no quería. El viernes cuando llegó Dani a mediodía le había preparado unos canelones con bechamel para chuparse los dedos. Estaba tratando de conquistarle por el estómago, una técnica de lo más capulla que llevaba funcionando desde tiempos inmemoriales, pero él no parecía más cercano ni más interesado en ella que el primer día que se habían visto.
– Hoy es el último día que comeremos juntos- le informó Lúa.
– ¿No te vas el domingo?- preguntó Dani extrañado.
– Sí, pero supongo que tendrás planes para el fin de semana y no nos veremos mucho ya…
Él se centró en el canelón que estaba cortando y no contestó.
– Esta noche voy a ir a bailar con Sebas, ¿te gustaría venirte?
– Ya veremos- dijo él esquivamente.
Lúa apretó su tenedor y se preguntó qué pasaría si se lo clavara a aquel pedazo de sieso en un ojo. ¿Es que no tenía sangre en las venas? ¡Joder, nene, estoy intentando ligar contigo!, pensó. Un silencio pesado se instaló entre los dos como un hipopótamo perezoso.
– Tal vez me pase a verte por tu tienda esta tarde…- dijo ella como quien no quiere la cosa.
– ¿Y eso?- Dani levantó la vista de su plato y pareció prestarle atención por primera vez.
– Tenía pensado pasar por el centro y me pilla de paso. Pero no es seguro, ya veremos– donde las dan las toman, cabronazo…
– Tú misma- dijo él encogiéndose de hombros con total indiferencia.
Jaque mate.
Lúa dejó el tenedor en el plato con más fuerza de la necesaria, haciendo un ruido desagradable. Él volvió a mirarla con extrañeza.
– ¿Estás bien?
– Claro, ¿por?
– Estás un poco rara…
Lúa miró a su alrededor y se levantó de la silla.
– No es nada, es que me repatea volver a Lleida- Dani sonrió y también se levantó-. ¿De qué te ríes?
– No me río…
Lúa quitó la mesa y se puso a lavar los platos. Estaba esperando que él la cogiera por la cintura, la hiciera girar y le diera un beso que la dejara al borde de la inconsciencia pero no, el macho alfa se fue al comedor, el muy tontaina. Ella terminó de fregar los cacharros o, más bien, frotarlos con saña imaginando que era la cara en carne viva de Dani, y fue al comedor mientras se secaba las manos en el culo del pantalón. Tenía tantas ganas de patearle la cara por ser tan seta y luego matarlo a polvos que creía que le iba a dar algo. Sin embargo se sentó en el sofá con la dignidad de una princesa y respiró hondo.
– ¿Volverás por aquí pronto?
– No lo sé- dijo ella un poco cortante.
– Lo digo porque alquilaremos tu habitación y ya no podrás estar aquí. A menos que no te importe dormir con Sebas…
– Claro, no iba a dormir contigo- Lúa se rio de su chiste y su propia risa le sonó chirriante-. No, supongo que podré permitirme una pensión durante unos días, la próxima vez que venga… Lo justo para empaparme de Sebas para una buena temporada. Total, si vengo es por él.
– Pues nada, si no volvemos a vernos espero que todo te vaya muy bien. Tengo que irme a trabajar ya…
Dani se levantó y Lúa se sintió un poco estúpida. Ella también se levantó. Él se adelantó y le dio dos besos.
– Me ha gustado mucho conocerte, Lúa.
Ya, seguro…
– A mí también. Suerte con la tienda.
Dani sonrió y se marchó. En cuanto se cerró la puerta de la calle Lúa se fue a su habitación y se dio varios cabezazos contra la pared.
Lúa se dejó arrastrar por Sebas a un antro de mala muerte con luces láser y música a toda hostia. Era lo que necesitaba, bailar hasta perder el conocimiento. Dani no había vuelto a aparecer por casa, así que intuyó en un alarde de poder deductivo que había declinado su invitación. Podría haberse apuntado, el muy cabrón… Sebas le había propuesto salir con sus amigos pero ella no estaba de humor para conocer a más gente.
Sebas le seguía el ritmo muy bien, también necesitaba desfogarse. Le pareció que bailaba con rabia, que muy bien podía haberse puesto delante de un saco de boxeo y darle puñetazos en lugar de estar allí moviéndose al ritmo de la música.
– Voy al baño- le dijo él al cabo de un rato.
Lúa asintió y su primo desapareció entre la gente. A Lúa no le gustaba mucho quedarse sola bailando, se le antojaba un poco de autista, pero su soledad duró poco. Un tío de barbita recortada y aspecto cuidado se le acercó en tiempo récord.
- Hola- la saludó.
– Hola…
– ¿Cómo es que te han dejado aquí solita?
Lúa sonrió.
– No estoy sola, lo que pasa es que llevo guardaespaldas de incógnito.
– Vaya, qué chica tan importante. Yo me llamo Santi, ¿y tú?
– Lúa.
– ¿Qué?- Santi se acercó más a ella para oír mejor y aprovechó para posar una mano en su cintura.
– ¡Lúa!- repitió ella más alto.
– Lúa… Qué nombre más original.
– Ya, puedes felicitar a mis padres de mi parte- dijo ella haciéndose la graciosa.
Santi se echó a reír.
– ¿Te apetece tomar algo?
Ella negó con las manos.
– Estoy bien, gracias. Que luego digo tonterías.
Santi le cogió un rizo y jugueteó con él.
– Me encanta tu pelo.
– ¿Sí? Pues no pienso dártelo, olvídalo- sonrió ella.
Él también sonrió.
– Eres muy graciosa, ¿sabes?- Santi se acercó más para hablarle al oído y aprovechó para posar su otra mano en su espalda, abrazándola- Me caes bien.
Lúa contempló la posibilidad de enrollarse con él pero… no podía, estaba demasiado rayada. Solo podía pensar en Dani y en que tenía que volver a su casa y terminar con su breve sueño de libertad… Le puso una mano en el pecho y se separó suavemente.
– Lo siento, Santi, es que no tengo un buen día. Mejor lo dejamos aquí, ¿vale?
Santi pareció contrariado.
– No irás a darme plantón…- le dijo con cara de cordero degollado.
– Eres un encanto pero…- Lúa puso cara de circunstancias y Santi se marchó.
Alguien la cogió por detrás.
– No te puedo dejar sola ni un segundo, nena- le dijo Sebas al oído-. ¿Quién era ese pavo?
– Uno que quería intercambiar fluidos- Lúa se giró y se abrazó a su primo con fuerza-. No quiero irme, Sebas…
– Vamos, cariño, verás que no es tan malo. Además, aquí siempre tendrás un sitio para ti.
– Dice Dani que alquilaréis la habitación y ya no podré estar con vosotros.
– Pues le echaremos a él, ¿no te jode? ¿Cómo se le ocurre decirte eso, será borde, el tío? ¿Ves cómo no te conviene?
Lúa asintió sin mucha convicción y se dejó llevar por el torbellino de luces que la bombardeaban continuamente. Hacia las cuatro de la madrugada estaba hecha polvo pero a Sebas parecía que le habían dado cuerda y no quiso cortarle el rollo, así que aguantó hasta que cerraron, a las seis. A su primo le dio tiempo de subirse al podio y arrastrarla con él, comenzar una conga en la que terminó enrolando a toda la discoteca, convencer a la camarera para que les invitara a un cubata y media docena de chupitos y enrollarse con una chica que estaba bastante potable. Aunque Sebas insistió en ir a un after Lúa estaba demasiado cansada, así que volvieron a casa en el bus nocturno y Sebas no paró hasta que convenció a su prima para subirla a casa a cuestas.
– Ya me explicarás qué desayunas, macho…- dijo ella cuando su primo la dejó en la puerta de casa, aparentemente como una rosa.
– Te estás haciendo vieja.
Lúa se puso el pijama y fue a lavarse los dientes. Al terminar se encontró con Dani, que se había levantado para ir al baño, y se cruzaron en la zona donde estaban aparcadas las bicis, así que él le puso las manos en la cintura y la puso a un lado, contra la pared, mientras él pasaba, también de lado. Por un momento quedaron uno frente al otro, muy cerca. Dani se paró y la miró fijamente, y Lúa creyó que se le paraba el corazón. Incluso el pitido que le estaba fusilando los oídos desde que había salido de la discoteca pareció remitir. Él se inclinó un poco sobre ella y entreabrió los labios…
– Sí que eres bajita- dijo, y siguió adelante.
Lúa se lo quedó mirando, todavía apoyada contra la pared, y de pronto le entraron unas ganas irresistibles de lanzarle una bici por la cabeza. De alguna manera consiguió contenerse y se fue a su habitación arrastrando los pies.
El sábado pasó en un suspiro, entre reponerse de la noche anterior y salir a dar una vuelta se hizo de noche. El domingo por la mañana, en cambio, Lúa se levantó temprano. No había podido pegar ojo en toda la noche. Se sentó un rato a ver la tele y luego se puso a preparar el desayuno para todos. Total, no podía estarse quieta de los nervios… Dani se levantó al cabo de un cuarto de hora, y al cabo de nada apareció Sebas con un nido de cigüeñas en la cabeza en lugar de pelo.
Cuando los tres se sentaron en torno a un plato de tostadas Lúa les miró, insegura.
– Chicos…- los dos levantaron la vista de sus cafés y la miraron- He estado dándole muchas vueltas y he pensado que- Lúa comenzó a hablar cada vez más rápido- podría alquilar la habitación que os sobra y quedarme a vivir aquí con vosotros, ¿qué os parece? Ya hemos convivido dos semanas y creo que congeniamos bastante bien. Bueno, ¿qué decís? Es que me lo he pasado muy bien aquí, y me siento como en casa y me encantaría encontrar un trabajo en Barcelona, me pondré a buscar un curro mañana mismo- apenas era consciente de los grandes aspavientos que hacía con las manos-. ¿Cuánto cuesta el alquiler? ¿Os parece bien? Tengo ahorros y estoy cobrando el paro, así que el dinero no es problema. Al menos de momento- se rio nerviosamente-¿No decís nada?
Al final se calló, consciente de que se había extendido demasiado.
– Yo creo que es genial que te quedes- Sebas le dio un buen mordisco a su tostada para reafirmar su postura.
Dani no dijo nada al principio, se limitó a mirar su café con leche. Al final levantó la cabeza y habló.
– A mí no me parece bien- dijo.
Después de que le partiera el corazón Lúa esperó que añadiera algo más pero al no hacerlo le tuvo que dar un empujoncito.
– ¿Por qué no? ¿No vais a alquilar la habitación igualmente?
– Vosotros dos sois familia, no me gusta la idea de que hagáis piña cuando haya que decidir cualquier cosa, estaría en inferioridad de condiciones.
– ¿Qué parida es esa?- exclamó Sebas con la boca llena- Nosotros dos no estamos de acuerdo en todo solo por llevar el mismo apellido, cada uno tiene sus preferencias.
– Además, este piso siempre ha sido ocupado por hombres, no quiero que haya una mujer en casa.
Lúa frunció el ceño.
– Oye, he estado aquí quince días y creo que no puedes tener ninguna queja de mí, al contrario. Este piso nunca había estado tan limpio como ahora.
Dani la miró.
– Ya, pero cuando somos todos tíos puedo ir en pelotas si me da la gana y no molesto a nadie ni me da vergüenza. Y si se tercia podemos entrar juntos al baño, y…
– ¡Eh, eh, eso no ha pasado nunca, tío!- intervino Sebas- ¿Tú te drogas o qué?- se giró hacia ella- Lúa, estás admitida. Te adoro y me encanta que estés aquí conmigo. Y a Dani también, solo que es un poco imbécil.
– ¡Oye, que estoy aquí!- se quejó el aludido.
Lúa los miró a los dos alternativamente.
– Entonces, ¿puedo quedarme?- la pregunta era para los dos pero ella miró a Dani con aprensión.
– Está bien…- dijo él sin entusiasmo.
– ¡Gracias!
Lúa saltó de la silla y abrazó a Dani con tanto ímpetu que casi lo tiró al suelo. Luego fue hacia Sebas y también le dio un gran abrazo y se sentó en su regazo.
– Ya verás cuando se lo diga a mis padres…- se rio solo de pensarlo- Hoy subiré a Lleida con las maletas vacías y volveré con el resto de mis cosas. ¡Os quiero!
Lúa se levantó y se fue a su cuarto dando saltos.