Sebas no se tomó nada bien la propuesta de Lúa de hacerse un análisis de sangre.
– Si no quieres hacerlo es porque no estás limpio.
– Que no es eso, hostia, es que me parece una falta de confianza brutal por tu parte- dijo él sacudiendo la cabeza, como si no se lo creyera.
– ¡No me jodas, Sebas! ¡Basta ya de tonterías!- estalló Lúa- ¡O te haces la prueba o no te vuelvo a hablar en mi vida, te lo juro!
– Va, Luíta, no seas así…- le dijo él, suave como la seda, acariciándole una mejilla.
– No me llames Luíta- le cortó ella, apartándose de su primo.
– Oye, vamos a hacer una cosa. Bajamos al bar, te invito a una cerveza, saludamos a tu amiga cachonda y luego lo veremos todo de otro color.
– No me vas a convencer de nada, Sebas. Olvídate.
Sebas tiró de su prima hacia la puerta.
– Venga, tómatelo como un descanso…
– Bueno… Pero el análisis te lo vas a hacer igual.
Sebas estaba resultando muy duro de pelar y Lúa ya no sabía qué hacer. Veía la coronilla rocosa y semilalopécica de su primo mientras bajaba tras él por las escaleras y se desesperaba.
– Tú te das cuenta de que esto puede acabar contigo, ¿sí o no?- le preguntó en el rellano del segundo.
Vio a Sebas apretar los labios delante de ella al girar el recodo para seguir bajando.
– Las cosas no son blancas o negras, Lúa. Yo no me meto cada día, solo cuando salgo de fiesta…
– Ya, pero sales de fiesta los viernes, los sábados y los domingos. ¡Y a veces los jueves, desgraciado!
– Tampoco lo hago siempre que salgo.
– O sea, que no te das cuenta…- dijo ella con cansancio.
Sebas abrió la puerta de la calle y dejó que su prima pasara primero. Lúa siempre dejaba tras de sí una tenue nube de olor fresco y tropical que le encantaba, era lo más parecido a estar en las Bahamas que tenía al alcance. Él salió detrás y le pasó un brazo por los hombros, y recibió una llave de judo en la cintura por respuesta.
– Me encanta presumir de primita- dijo Sebas con orgullo mientras bajaban por la calle-. Mira todos esos de ahí, se mueren de ganas de estar en mi lugar.
– No me hagas la pelota, no te va a servir de nada. ¡O al menos hazlo mejor, que esos son unos viejales!
El bar de Gaby estaba bastante lleno y la dueña no se dio cuenta de que Lúa y Sebas habían entrado hasta que fue a la mesa a pedirles nota.
– Perdonad que no me pare a hablar con vosotros pero estoy a tope. ¿Qué os pongo?
– Yo quiero una cerveza- dijo Sebas.
– Yo, una coca-cola.
Gaby se marchó haciendo ondear su coleta rubia y Sebas la miró alejarse.
– Aún no puedo creer que vosotras dos…- sacudió la cabeza sonriendo.
– Sebas, deja de soñar. No pasó nada.
– Ya claro…
– ¿Qué dijo Dani?- le preguntó Lúa con súbito interés.
Sebas se echó a reír.
– Cuando salí de la habitación me lo encontré en el rellano, escuchando. Lo pusiste a cien, gamberra.
– ¿En serio?- Lúa dio una palmada en el aire, encantada- ¿Tú crees que le gusto?
Su primo se puso serio de repente.
– Lúa, te dije que pasaras de él. Luego me dices a mí que no dejo las drogas…
Ella se cogió un mechón de pelo y comenzó a jugar con él.
– No puedo evitarlo, es demasiado guapo…- Sebas puso cara de “ya será menos, mira este cuerpo serrano que tienes delante”- ¿Le gusto o no? Tú eres un hombre, seguro que habláis de estas cosas.
– También soy tu primo, soy la última persona a la que le diría algo. De todas maneras no hace ni dos semanas que subió a casa con una rubia de pote, ¿eso no te dice nada? Mis sentidos cojoneros me advierten que te alejes de él.
Gaby llegó con las bebidas y se marchó veloz como el rayo. Lúa se sirvió la coca-cola en el vaso y le dio un sorbo.
– Ya… Ay, Sebas, tienes menos sensibilidad que una bota militar.
Un hombre se paró en su mesa y miró a Lúa.
– ¿Qué hace aquí mi camarera favorita? ¿Hoy no trabajas?
– ¿Qué dice este?- dijo Sebas señalando al hombre con el pulgar.
– El otro día le estuve echando una mano a Gaby- la chica miró a su alrededor-. No estaría mal que la ayudara, esto está hasta la bandera. ¿Te importa?
Sebas se repantingó en la silla.
– En absoluto, me encantará verte con la bandeja arriba y abajo. A saber qué haréis cuando os metáis las dos en la cocina…
– Pero qué guarro eres…
– Retozando entre el beicon y las patatas fritas…
Lúa se levantó y le sacó la lengua. Luego se marchó a la barra y comenzó a repartir bebidas.
Aquel domingo por la tarde se quedaron los tres en casa, cosa rara, y se pusieron a ver una película en el comedor. Lúa se sentó en medio de los dos con un gran bol de palomitas del que los tres iban cogiendo puñados.
– Sebas, estás dejando el sofá lleno de palomitas…- dijo ella cuando vio que a Sebas se le caía su enésima palomita.
– Son para luego, por si me quedo con hambre- repuso él con naturalidad.
La película era de acción y parecía bastante entretenida pero a Lúa le entró un poco de sueño. A veces le pasaba si se apalancaba demasiado. Comenzó apoyando la cabeza sobre el hombro de Dani como quien no quiere la cosa, y a él no pareció importarle. Luego puso los pies sobre Sebas, y terminó dejándose resbalar hasta que terminó apoyada en el regazo de Dani. Allí se quedó dormida.
Cuando despertó la peli ya se había terminado. Sebas no estaba y sintió que Dani le acariciaba el pelo suavemente. Ella se hizo la dormida un poco más para disfrutar de sus caricias. Al final se movió un poco y él dejó de acariciarla inmediatamente. Lúa se giró para mirarle.
– Me he quedado frita…- dijo estirándose y haciendo que toda su espalda se arqueara- ¿Hace mucho que se ha acabado la peli?
– Un ratito- sonrió Dani.
– ¿Acaba bien?
– Según se mire…
Lúa se incorporó y se dio cuenta de que le había dejado una mancha de baba en el pantalón a su amigo. Igualita que Audrey Hepburn en “Desayuno con diamantes”, pensó.
– Uy, perdona…- dijo frotándola un poco con la mano.
Dani se la apartó rápidamente.
– Vaya, así que eres una babosilla…- le dijo con media sonrisa.
– ¿Qué pasa, a ti no te ha pasado nunca?- Lúa se levantó y se marchó a su habitación estirándose por el camino. Cuando llegó a la puerta se paró y se giró para mirarle con aparente normalidad- La semana que viene es mi cumpleaños y quiero hacer una cena especial, y luego ir a bailar. Me gustaría que vinieras.
– ¿La semana que viene?- ella le miró con ojos de cordero degollado. No podía decirle que no- Cuenta conmigo.
El sábado siguiente Lúa se pasó toda la tarde metida en la cocina. Hizo una tarta que decoró con una capa de chocolate y lacasitos, y luego preparó crema de calabaza con parmesano, una quiche de verduras y una fondue de carne. Cuando estuvo todo a punto se puso un vestido cruzado granate de escote generoso y se pasó un buen rato en el baño acicalándose. Mientras estaba comenzando a maquillarse llamaron a la puerta.
– ¿Tienes para mucho?- era Dani.
– Un poco…- Lúa abrió la puerta y volvió delante del espejo- Depende de lo que vayas a hacer, puedes pasar.
– Solo quiero peinarme un poco y ponerme perfume- dijo él entrando dentro-. ¿Por qué te maquillas? Me gustas más al natural.
Lúa dejó el rímel y le miró.
– ¿Eso es porque me pinto mal o qué? Porque tus conquistas van pintadas como una puerta…
Dani se encogió de hombros y cogió el peine.
– Tú misma.
Lúa siguió a lo suyo pero tomó buena nota y se limitó a ponerse rímel y un poco de brillo de labios. Luego se peinó durante un buen rato mientras Dani cogía un frasco de perfume y se ponía un poco en el cuello y en las muñecas.
– Mmm, huele muy bien…- dijo ella cerrando los ojos.
– ¿Te gusta?- Lúa asintió y le acercó el cuello para que la oliera a ella también. Dani lo hizo, solo un momento- Tú también hueles muy bien.
– Gracias- dijo ella volviendo a su peine, un poco decepcionada porque Dani no le había pegado un bocado, ni nada.
Lúa no tuvo muchos invitados a cenar: Dani, Sebas y Gaby. Eran pocos pero se lo pasaron en grande. Hicieron un poco de broma con la edad de Lúa, que cumplía un cuarto de siglo, y le dijeron que solo aparentaba cuarenta años. Ella se lo tomó bastante bien, aunque les recordó que era la más joven de todos, así que más les valía callarse.
Después de cenar llegaron los mojitos de Dani y los regalos. Gaby le regaló una camiseta negra muy sexy.
– Con esto los hombres caerán a tus pies como moscas, ya verás- le dijo guiñándole un ojo.
– Y las mujeres…- le susurró Sebas a Dani, haciéndole sonreír.
Gaby sacó un sobre de su bolso.
– Mira, sé que no es lo que quieres, y es sin ningún compromiso, pero… en fin…- Gaby se aturulló con las palabras y al final se limitó a tenderle el sobre a Lúa.
Ella lo abrió y se encontró un contrato dentro.
– ¿Qué es esto?- preguntó mirando a su amiga con perplejidad.
– Bueno, mientras buscas algo de lo tuyo he pensado que podrías trabajar en el bar. A mí me harías un favor, y en realidad ya estás trabajando muchos días… A los clientes les gusta cómo les gritas.
– ¿Gritas a los clientes?- preguntó Dani con diversión.
– Es que son un poco babosos- explicó Gaby.
Dani se volvió hacia Lúa.
– Ah, como tú…
Ella le sacó la lengua.
– Serás idiota…- le dijo por lo bajo.
– Bueno, ¿qué te parece?- le preguntó Gaby, mirándola con expectación.
– Muchas gracias por esto, Gaby. ¿Cuándo empiezo?
Gaby se levantó y le dio un gran abrazo.
– Gracias a ti, guapa.
Sebas se adelantó y le dio su regalo. Era un juego de esos un poco picantes para jugar en grupo.
– ¿Qué significa esto?- le preguntó ella mirándole con picardía.
– No sé, lo vi en una tienda y pensé que podríamos jugar todos juntos…
Gaby cogió la caja del juego y leyó el resumen de las instrucciones en la parte de abajo.
– Niño, tú vas muy fuerte, ¿no?
– Tan fuerte como vayas tú- le contestó Sebas mirándola con descaro.
– Bueno, bueno, muchos mojitos me tengo que beber yo para jugar a esto con vosotros…- dijo Lúa cogiendo la caja y echándole un último vistazo antes de dejarla a un lado.
Dani no dijo nada, ni hizo ninguna broma. Le tendió a Lúa un paquetito pequeño.
– No sabía qué podría gustarte…- murmuró a modo de disculpa.
– Seguro que me encanta- le dijo ella con una sonrisa.
Lúa abrió el paquetito y encontró una cajita con un colgante precioso dentro. Era muy moderno y sencillo, en cordón negro y plata, totalmente de su estilo.
– Qué bonito es…- dijo mientras se lo ponía.
Dani se levantó y se puso detrás de ella.
– Espera, yo te lo pongo.
Él le apartó el cabello con suavidad y le abrochó el colgante. Lúa creyó que iba a morirse de felicidad. Gaby alargó una mano y examinó el colgante con ojo experto.
– Es una pasada, nena…
– Muchas gracias, Dani- Lúa se levantó y le dio dos besos. Luego dio dos besos a Sebas y también a Gaby- Gracias a todos.
Sebas se levantó y se marchó un momento.
– Espera, falta una cosa…- dijo mientras desaparecía por el pasillo.
Al cabo de un momento volvió con un paquete bastante grande.
– ¿Qué es esto? ¿Un conjunto de esposas y látigo para complementar tu otro juego?
Lúa lo abrió y se encontró con un álbum. Cuando empezó a pasar las páginas los ojos se le llenaron de lágrimas.
– De tus amigos de Lleida, para que no te olvides de ellos.
Eran fotos de Lúa con sus amigos, algunas recientes y otras de cuando eran pequeños. Los márgenes estaban llenos de dedicatorias de los protagonistas. Lúa les enseñó las fotos a sus amigos explicándoles anécdotas de cuando vivía en Lleida y pasaron un rato divertido.
– ¡Qué mona eras de pequeña!- le dijo Gaby riéndose- Estabas súper simpática.
– Sí, la verdad es que has cambiado muy poco- le dijo Dani.
– ¿Qué quieres decir, que tengo cara de cría?
Él la miró como un galán de telenovela.
– Que por ti no pasan los años, pequeña.
¡Pero qué cosica más bonica, madre! ¡Que te como los mofletes!, pensó Lúa.
– Oye, ¿vamos a estrenar mi juego o no?
– Joder, Sebas, que eres mi primo… ¿Qué clase de pervertido eres?
– Bah, si solo es un juego…
Dani miró la hora.
– Pues yo creo que es buena hora para ir pasando a la discoteca, si vamos más tarde nos harán pagar entrada.
Lúa y Gaby se levantaron, y Sebas miró a Dani como si fuera imbécil.
– ¿Me acompañas un momento al baño?- le pidió Gaby a Lúa.
– Vamos.
Cuando se encerraron dentro Gaby volvió a mirar el colgante.
– Chavala, ¿tú sabes lo que es esto? ¡Este colgante vale una pasta!- susurró Gaby sin dejar de mirarlo.
– ¿En serio? ¿Cómo lo sabes?
– Porque es de una joyería que hay en Paseo de Gracia que me encanta. Lo vi en el escaparate y te digo que es bastante, pero bastante más caro de lo que parece. O este tío es millonario y no lo sabemos o le gustas de verdad.
– Deja de decirme eso, Gaby, de verdad- Lúa desvió la vista y fue a arreglarse el pelo-. Cada vez que intento acercarme a él, se aparta como si fuera yo un calcetín sucio. Hay que ser tonto para no darse cuenta de que me evita.
– Bueno, pues entonces le invitaré a mi cumpleaños y le pediré que me regale un yate.
Sebas les llevó a una discoteca donde ponían un poquito de todo, música de los ochenta en adelante, actual y pachanga. Estaba bastante llena pero se podía bailar cómodamente. La pista era bombardeada constantemente con haces de luz de colores y humo artificial. Del techo colgaba una de esas típicas bolas discotequeras cubiertas de espejitos que suspiran por Travolta. Lúa comenzó a bailar haciendo grandes movimientos que parecían salidos de una peli setentera y Gaby la imitó. Al final Sebas y Dani también se unieron y terminaron todos dando saltos y moviendo los brazos arriba y abajo sin parar de reírse. Cuando llevaban un buen rato Sebas se disculpó para ir al baño pero Lúa le cogió del brazo.
– Hoy no, Sebas. Es mi cumple…
Él la miró con cara de circunstancias y se quedó con ellos.
– Vale, me haré pis encima- dijo, abatido.
Al cabo de un rato Dani se acercó a Lúa.
– ¿Te apetece tomar algo?- le dijo al oído.
Ella asintió y los dos se fueron a la barra. Pidieron dos cubatas y se pusieron a charlar de cosas sin importancia, muy cerca el uno del otro, hablándose al oído para poder entender lo que decían por encima de la música. Dani le puso una mano en la espalda y cada vez que se inclinaba para decirle algo la empujaba suavemente hacia él. Ella también le puso una mano en la cintura y la otra se la apoyaba de vez en cuando en el pecho, jugueteando. Más tarde Lúa no sabría decir de qué habían estado hablando, solo recordaba sus ojos, sus labios, sus manos, sus puntos negros… Al final los cubatas se terminaron y Dani la condujo de nuevo con el grupo. ¡Pero bueno…! Otra oportunidad perdida. Un tío bastante potable se acercó a Gaby y se puso a bailar con ella.
– Mira qué apañada- dijo Lúa con una sonrisa, y Sebas la agarró para bailar con ella.
– No te vas a quedar sin bailar con un chico guapo el día de tu cumpleaños- le dijo mientras la conducía con más o menos gracia por la pista.
Sebas no sabía bailar mucho pero bailar con él era espectacular. La hizo girar, la inclinó peligrosamente hacia atrás, sujetándola por la cintura, hizo mil tonterías… Lúa no podía dejar de reír. Cuando por fin dejaron de bailar Dani no estaba. Claro, le habían dejado solo… Tal vez había aprovechado para ir al baño. Gaby volvió a bailar con ellos acompañada del chico que la había secuestrado y lo presentó como Manu.
Los cuatro siguieron bailando un buen rato y al final Lúa se preocupó un poco por Dani, que no había vuelto todavía.
– Voy a buscarle- le dijo a Sebas al oído, y se perdió entre la gente.
Lúa se fue a los lavabos por si le veía pero no parecía estar allí dentro. Luego se paseó por toda la pista de baile, por la barra y por la zona reservada, llena de sofás, pero no vio ni rastro de él. Iba a volver con sus amigos cuando la agarraron del brazo.
– Eh, ¿dónde vas, tan solita?- un tío bastante corpulento le dio un buen repaso visual mientras ella se soltaba del brazo.
– Suéltame, anda. No estoy sola, ¿vale?
– Claro que no, estás conmigo. ¿Cómo te llamas?
– Oye, no tengo tiempo ni ganas para esto. Tengo prisa- dijo ella comenzando a pasar de largo.
El tipo volvió a cogerla del brazo, esta vez con más fuerza. Apestaba a alcohol, el tío babas.
– Venga, no te vayas tan rápido, si acabas de llegar…
Lúa trató de soltarse pero él no la dejaba.
– ¡Que me sueltes ya, hostia!- le gritó ella.
El tío se echó a reír y le miró el escote descaradamente. Levantó una mano y le acarició un rizo. Automáticamente Lúa le apartó la mano y le soltó una bofetada con todas sus fuerzas. Alguien apareció detrás de ella y cogió al tipo por la muñeca.
– Oye, te ha dicho que la sueltes.
Era Sebas. El tío le miró perplejo y soltó a Lúa. En la cara tenía grabada a fuego la mano de Lúa con tal detalle que se veían sus huellas dactilares.
– No sabía que fuera tu novia. Perdona…
– ¡Serás hijo de puta…!- exclamó Lúa pero Sebas se la llevó de allí antes de que se liara parda.
Cuando estuvieron lejos ella se liberó de su primo.
– ¡Suéltame! ¿No has visto lo que ha hecho, el muy cabrón? Y si no tengo novio, ¿qué? ¿Tengo que dejar que me haga lo que quiera?
– ¡Vale, vale, Lúa! Tranquila, que yo estoy de tu parte…
De repente la música estaba demasiado alta y la gente se agolpaba a su alrededor como si aquello fuera el metro de Tokio en hora punta.
– Necesito salir un momento.
Lúa se dirigió rápidamente a la salida, seguida de cerca por Sebas. El aire frío de la noche la ayudó a despejarse, aunque echaba de menos una chaqueta. En la calle había varios grupos de personas fumando como carreteros y con cubatas en la mano, charlando. Un poco más allá una pareja se besaba lentamente, el chico apoyado contra el capó de un coche. Sebas le dio alcance en un par de zancadas y vio que su prima estaba muy nerviosa. Lúa se llevó las manos a la cabeza, las enterró entre sus rizos y los echó hacia atrás, apartándolos de su cara.
– ¡Hijo de puta…! ¡Como vuelva ahí dentro le parto la cara!
– Ya está, Lúa, no vas a partirle la cara a nadie. Solo ha sido un susto…
– ¿Y si no llegas a estar tú?- Lúa caminaba arriba y abajo hecha una furia- Tendría que volver ahí dentro y arrancarle los intestinos con una… una cacharra de esas que…- empezó a hacer gestos incomprensibles con las manos, como si manejara una herramienta.
Entonces vio a Dani. Era el chico que estaba morreándose con una pava sobre el capó del coche. Lúa se paró en seco. Sebas, que le iba a la zaga, siguió su mirada y también vio a su compañero de piso, que en ese momento dejó de besar a la chica y miró a Lúa. Ella no pudo evitar transmitirle su decepción en la mirada, pero solo fue un momento. Si le hubiera mirado así más tiempo lo habría fundido como si fuera de mantequilla, pero en seguida se recompuso y siguió andando. En lugar de dar la vuelta y volver dentro, se alejó de la discoteca. Sebas la siguió.
– Lúa, ¿dónde vas?
Ella se giró y le dio un empujón a su primo.
– ¡A casa, deja de seguirme a todas partes!- le gritó.
– Te acompaño…
Lúa se arrepintió de haber tratado tan bruscamente a Sebas y suavizó el tono.
– Prefiero ir sola. Vuelve dentro, anda- señaló la discoteca y echó a andar otra vez.
Pronto oyó unos pasos a su espalda.
– Que te vayas, Sebas- dijo con cansancio y un punto de irritación, sin girarse.
– Lúa- Dani la cogió del codo y la obligó a girarse. Se le veía preocupado-. ¿Qué pasa?
– Ah, eres tú…- dijo mientras se quitaba el colgante que le había regalado- Si hubiera sabido lo caro que esto era esto no lo habría aceptado- Lúa le cogió la mano y le puso el colgante en la palma-. Toma, dáselo a esa chica, te irá muy bien para echar un polvo.
Dani miró el colgante y luego la miró a ella con tristeza.
– Es mi regalo para ti…
– Pues no lo quiero, ¿vale?- le espetó ella, y se liberó de su mano de un estirón.
Luego se fue andando calle abajo batiendo todas las marcas de los cien metros tacones.
Lúa se fue a la cama llorando. Joder, ¿es que siempre tenía que caer en lo mismo? No entendía nada… ¿Por qué le hacía un regalo tan caro y luego se liaba con la primera marsopa que se cruzaba en su camino? Tenía que olvidarse de él de una vez por todas, en serio. Sin embargo, le iba a costar mucho olvidar cómo le había apartado el cabello para ponerle el colgante, cómo le había puesto la mano sobre la espalda…
La puerta de la calle se abrió y entró alguien. Lúa oyó los pasos en el pasillo y se dio cuenta de que se paraban ante su puerta. Dieron unos golpes suaves en su puerta.
– Lúa…- era Dani.
No hacía mucho que ella había llegado a casa, Dani tenía que haber venido pisándole los talones. ¿Qué había pasado con la fulana que estaba besando? Lúa no contestó. Al encontrarle besando a otra le había mirado como si ella fuera una novia ultrajada, y le había devuelto el colgante, ¿qué explicación podía darle a aquello? Si Dani tenía dudas sobre si le gustaba, ya no le quedaría ninguna. Qué bien, Lúa, pensó, acabas de pegarle fuego a lo que te quedaba de dignidad.
Dani volvió a llamar suavemente. Silencio. Ella contuvo el aliento, temerosa de que pudiera oír incluso sus pensamientos. Cuando creía que ya iba a marcharse, se abrió la puerta. Lúa se hizo la dormida, así que no veía nada. Sintió que el colchón se hundía a su lado. ¿Qué estaba haciendo? Una mano le apartó los rizos de la cara y le acarició la mejilla. Ella se quedó tan quieta como una estatua. Apenas se atrevía a respirar. Entonces sintió el aliento de Dani sobre su cara y tuvo que hacer un gran esfuerzo por no mirar. Le dio un beso en la mejilla.
– Lo siento…
Se oyó un sonido metálico y una caricia inesperada y ligera le recorrió el brazo desde el hombro hasta la mano. Ella no pudo evitar estremecerse y abrió los ojos.
– ¿Qué estás haciendo aquí?- le preguntó en voz baja.
Por la ventana entraba algo de luz y Lúa pudo entrever la cara de Dani, mirándola fijamente. Él se inclinó hacia delante y la besó tiernamente, pero cada vez con más pasión. Lúa le echó los brazos al cuello y lo atrajo hacia sí. Dani se puso sobre ella y sus manos se metieron bajo la camiseta del pijama, haciendo que arqueara la espalda a su contacto.
– Te quiero…- susurró Dani.
– Yo también te quiero- respondió Lúa.
Hicieron el amor entre jadeos y gemidos de placer, y…
Y un burro volando.
El ruido de la puerta al cerrarse hizo volver a Lúa a la realidad. No se había atrevido a abrir los ojos, se había limitado a esperar y Dani, simplemente, se había marchado. Abrió los ojos y estiró una mano hacia el colgante que le había dejado sobre el colchón. Con un suspiro, lo cogió y lo apretó contra su pecho.
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