Antes que nada quiero hacer una pequeña reflexión. Ahora que llevo unas cuantas, pero UNAS CUANTAS horas invertidas en este blog, que he escrito unos cuantos posts, que he avisado a todos mis amigos… Me doy cuenta que tal vez estés pensando: ¡a mí qué leches me importa un blog sobre cómo publicar un libro escrito por una persona que no tiene ni idea! Te voy a dar tres motivos para leerlo:
Primero: ¿Es que sólo te interesas por cosas que tienen que ver con tu vida real? ¿Acaso no fuiste a ver “El señor de los anillos” al cine? ¿Me vas a decir que eres un elfo de orejas afeitadas que empeñó su arco en el Cash Converters?
Segundo (si nos conocemos): Es mejor que lo leas, créeme. ¿No ves que últimamente no hablo de otra cosa? Es mejor que vengas documentad@ de casa. ¡Y, sí, nuestra amistad depende de que lo leas a menudo! ¡Y pon algún comentario, leñe! ¡En Facebook, no, aquí! (si me conoces ya sabes que estoy de cachondeo, ¿eh? Dentro de unos días se me pasará la tontería y ya no hablaré más de ello. Al menos, lo compaginaré con otros temas de interés general como, por ejemplo, «me he roto una uña»)
Tercero (si no nos conocemos): Es cierto, seguramente esto no tiene nada que ver contigo pero igual despierto en ti la vena creativa y te da por escribir un libro. O igual, no, pero te entretienes un rato.
Ahora, al tema que nos ocupa hoy: los agentes literarios. Vanessa, búscate un agente… Vanessa, que no tienes ni idea… Vanessa, que te estás metiendo en un jardín que ya veremos cómo saldrás de ésta… Vanessa, eres una floripondia…
Sí, todo el mundo me lo dijo, y era mi segunda opción. Primero, buscar una editorial yo solita. Si eso fallaba, tenía que buscarme un agente que luchara por lo mío a lo Tobey Maguire. Ahora tendría que estar llamando a sus puertas con mi libraco bajo el brazo para que le echaran un vistazo, pero justo antes de hacerlo… Oh, qué perverso es internet. Buscas información sobre agentes literarios y te encuentras cien entradas que dicen que los agentes TAMBIÉN están saturados. Que no aceptan más manuscritos. Que tardan siglos en contestar. Que no se ocupan de promocionar tu obra (entonces, ¿para qué lo quiero?). Que tienen granos.
¡Hasta aquí hemos llegado! No quiero enviar mi novela otra vez a quince agentes y sentarme a esperar otros nueve meses. He dicho. Y por eso he decidido… ¡AUTOEDITARME!
Me autoedito por múltiples ventajas de las cuales voy a enumerar las que me de la gana:
Primero: Yo me leo mis manuscritos rauda y veloz, máximo en cuatro días, soy mi mejor y única cliente.
Segundo: Corrijo y hago modificaciones en mis textos. Hago críticas constructivas. Tengo un equipo de colaboradores (amigos que leyeron mi libro y ahora les obligo a que me ayuden a mejorarlo) que serán mencionados en los agradecimientos.
Tercero: Soy muy maja y me trato muy bien. Ediciones Requefer nunca tiene un “no” para mí.
Cuarto: Se me ha terminado la paciencia.
Quinto: No hay un quinto, pero sí hay una mediana (este chiste es muy malo pero mi editora me ha obligado a ponerlo).
Que es cierto, que al final me convencerás de escribir mi libro vamos, que ya te estarás dando cuenta que me estoy leyendo todos tus post.
Claro que te animo, cuantos más seamos, más reiremos!!!! Nos encontraremos de gira por estos mundos 😉