Seguro que te estarás preguntando cómo están yendo las ventas de “Al otro lado de las llamas”, novela responsable de mis ojeras. Te imaginas que es un éxito comparable a las ventas de la Biblia, ¿verdad? La gente que la ha leído habla muy bien de ella, estoy muy contenta por ello y eso me llena hasta extremos insospechados (por no decirte que me he engordado 2 Kg…). El boca a boca hace que la novela se vaya vendiendo, aunque no por trillones ni billones, si no por tristes milloncejos, lo justo para ir pagando el recibo de la luz.
Teniendo en cuenta que la mayoría de mis amigos viven en cuevas y no tienen e-reader ni Tablet, ni una triste Estrella de la Muerte, hasta que no saque el manuscrito en papiro no lo comprarán así que el 99% de las ventas son a gente que no me conoce (al menos, no personalmente). Quiero decir que las ventas no están tuneadas por mi extenso círculo social (ya veis que me muevo entre hackers de ordenadores de tarjetas perforadas. Cuidadín conmigo).
En otro orden de cosas, que sepas que están saliendo floripondias en una maceta de mi balcón. Sí, sí, en medio de mi fitocementerio (algunos de mis amigos dicen que es un monumento a la crisis) han surgido unas florecitas de color fucsia. Yo creo que no son realmente de mis plantas, si no que han venido haciendo turismo y están de paso. O bueno, con esos colores chillones y vulgares, quién sabe, igual vienen a la caza de un abejorro, tú ya me entiendes… Cualquier día me las encuentro en el balcón del vecino poniéndome verde. ¡Verde! ¿Es que no se han mirado en el espejo? Y me encargaré yo de que se vuelvan marrones…
No quisiera terminar el post de hoy sin agradecer efusivamente a Irlanda que no nos haya dejado quedar últimos en el festival de Eurovisión. ¡Gracias, gracias por vuestro número del tamborilero! Yo hubiera querido que ganara el tándem Rumanía–Grecia, pero no pudo ser… Rumanía se trajo a Belcebú a cantar, y la canción de Grecia se llamaba «El alcohol es gratis», no te digo más…