Buenas!!! Te preguntarás qué hago yo colgando un post fuera de temporada, supondrás que tengo poca vida social y ninguna vida extraterrestre… ¡Bueno, pues no me gusta hablar de estos temas y me parece de muy mal gusto que lo menciones!
En serio, es que me han invitado a colaborar en un grupo de Facebook con una columna de vez en cuando y quiero compartir la primera que he hecho con vosotros. Va sobre alimentación. Aunque intento ponerme seria, verás que no lo consigo mucho pero en realidad estoy bastante puesta en el tema así que si quieres comentar algo o tienes alguna pregunta, no te cortes!!!
«Llevo un tiempo intentando cuidar mi alimentación. No por adelgazar, ya que me ha resultado mucho más sencillo educar a mi maromo en la cultura del sex-appeal de la lorza que bajar medio kilo, sino por un tema de salud. Yo vivía feliz en mi ignorancia, comiendo las ratas que cazaba en las alcantarillas sin pensar que no eran ecológicas… Pero un día empecé a leer que la carne lleva hormonas, que los adultos no deberíamos consumir lácteos, que las harinas refinadas son malísimas, que el azúcar lo carga el diablo… Demasiada información para mi pobre cerebro, que todavía lucha por retener la tabla del cuatro. ¿Y a mí quién me mandaba leer tanto, a ver?
Para resumir el tema en una frase: en aras de una mayor producción, de multiplicar los beneficios y de obtener unos fresones como pelotas de tenis en la mitad de tiempo, resulta que le han metido todo tipo de guarrerías a la comida. Excipientes, emulgentes, edulcorantes, indigentes… Y luego nos preguntamos por qué hay tantos casos de cáncer a nuestro alrededor, ¡si nos estamos envenenando!
Además, la publicidad nos bombardea constantemente. ¿Para qué comer fruta, si puedo comerme esa barrita de cereales con sabor a fresa? ¿Por qué comer verdura y legumbres, si lo sustituyo con un yogur que es el doble de sano y natural? ¡A mí me daban 3! ¿Mi hijo no quiere comer? ¡Pues le doy un batido vitaminado! …No es por malmeter, pero esto es un asco.
Incluso el agua. No sé la de tu casa, pero con lo que sale de mi grifo se puede hacer un anuncio de nata líquida y no se nota la diferencia… Y ya no quiero entrar en el aire que respiramos, el otro día se me metió algo en la nariz y al sonarme salió uranio enriquecido (al menos tenía el mismo color).
En fin, ¿qué puedo hacer? Mudarme a la selva virgen no es una opción. No moriré de contaminación pero sí de la picada de alguna araña de esas que se hacen mala sangre porque has estado a punto de sentarte encima. Son más rancias, las desgraciadas… No, no me marcho, pero dentro de mis posibilidades puedo tratar de comprar comida sana, cocinar a temperatura no demasiado alta, introducir en mi dieta elementos innovadores como “fruta” o “crucíferas” (para tu información las crucíferas no son donde iban los caballeros templarios a repartir leches y otros lácteos, son verduras. Sí, sí, como lo oyes).
Si te apetece informarte más sobre alimentos que te ayudan a cuidarte y a prevenir enfermedades te recomiendo el libro “Mis recetas anticáncer”, te da unas pautas muy útiles sobre cómo puedes mejorar tu alimentación con cosillas al alcance de todo el mundo. ¡Y qué alimentos evitar, sobre todo cosas procesadas! Al final resulta que la clave es la dieta mediterránea, que hace tiempo que hemos dejado aparcada en la puerta de la hamburguesería y la grúa está a punto de llevársela. ¡Recupérala!
No quiero alargar el post más (ya se sabe: lo bueno, si breve, problemas sexuales), pero si alguien quiere más información sobre qué alimentos te protegen contra el cáncer que deje un comentario y muy gustosamente me extenderé como el chapapote en mi respuesta.»