Achaques abuelescos

Te vas al gimnasio, te enfundas tu mono de fustigar el cuerpo y te metes dos clases de spinning entre pecho y espalda. Te embutes en tus mallas de masoca y te lías a correr como si persiguieras un billete de 500€. Te estruncias en tu conjuntito de “chúpame las botas” (y lo que surja) y te pasas toda la noche bailoteando y saltando más que la niña del exorcista en una piscina de agua bendita. Y sin embargo…

Domingo por la mañana. Te levantas. Te agachas a coger un gusarapo del suelo y ¡chas! Se nos rompió el amor de tanto usarlo. ¿Un cuesco traicionero? No, un dolor abuelesco te sacude entre la espalda y el mofli, y ya no puedes levantarte. ¿Y ahora, qué? Das dos pasos inseguros a lo “gorilas en la niebla” y llegas al móvil. Uff, menos mal, tienes tres solicitudes de amistad en Facebook que esperan respuesta y…

¡No te desvíes del tema! Haciendo un ejercicio de fuerza de voluntad dejas Facebook y llamas una ambulancia. La conversación es tensa: Sí, es una emergencia. No, no puedo moverme. ¡No, no me estaba tocando! Sí… Un gusarapo en el suelo… ¡No sé de qué color, que venga alguien o me como la pata de la mesa!

Dos horas más tarde llega la ambulancia. La mesa ya no tiene patas, y estás profundamente decepcionad@ con el machismo de los carpinteros. Tanta pata, tanta pata… ¡¡¡El 50% deberían ser patos!!! En fin, los ambulancieros, grandes expertos en manipular enfermos sin provocar más daños, te cogen cual saco de papatoides y te tiran sobre una camilla. Uy, tal vez le han puesto demasiado ímpetu al asunto, porque sales disparad@ por el otro lado y caes sobre el duro suelo con un ¡chas! (pero nadie aparece a tu lado)

¡Anda, se te ha enderezado la espalda con el costalazo! Todo arreglado, entre los dos ambulancieros, mocetones recios de pelos sobaqueros más recios aún, te ponen en pie. Ahora no puedes doblarte, pero oye, nadie es perfecto. Al menos ya puedes trabajar sin tener el porkins en pompa. Aunque… bien mirado, ¡en algunos trabajos llegarías muy lejos!

Hablando de llegar lejos, si vas en metro, en bus, en tren o en pies, necesitas urgentemente algo para leer. Si no eres de leer el BOE, te recomiendo “Al otro lado de las llamas”, mi primera novela, la niña de mis ojos, el rey del roscón… Y si eres del BOE, no te recomiendo nada, eres muy rar@, PERO… Si cambias de idea, te recomiendo “Lúa”, mi segunda novela, la pegatina del bollicao, el falo del técnico… ¡Una maravilluska!

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